Agustín Jiménez – ¡Oh! Bama


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Con Bush nos hemos quedado en blanco. Pero la Casa Blanca ya es la Casa Negra. Un tesoro de azabache colgado de una admiración es hoy un icono más poderoso que ningún actor de Hollywood, más que ningún cantante pop. Una encuesta del Washington Post atribuye un 80% de aceptación pública a la incógnita azabache, al presidente felino que, antes de jurar cargo, ya sabía hablar y moverse como un ser experimentado en las mejores pasarelas de la mitología.

Por alguna razón, que no es exclusivamente la maldad patatera de su predecesor – es curioso que para el público el blanco encarnara incontestablemente la fuerza oscura y el mestizo encarne exclusivamente la claridad -, el presidente que empieza por !Oh! ha desencadenado un aluvión de esperanzas milenarias. Lo del anterior parecían más bien expectativas millonarias.

Filtraciones a los medios empezaron a desvelar el calendario de ritos y encantamientos que se proponía realizar en las solemnidades inmediatas: jura sobre la Biblia de Lincoln, abolición de la esclavitud de Guantánamo, salida de las tropas del Egipto irakí y conjuros varios para ahuyentar a los demonios de las finanzas y del consumo en la recesión del 0.9 o 2% que se viene encima. Ambiguo como un oráculo de Delfos, ha dado respuestas polivalentes al conflicto terrenal de Gaza y solo ha mostrado características mortales en un par de mensajes, uno explícito y otros imprescindibles: hay que matar a Bin Laden; hay que mantener el presupuesto y la pujanza de los militares; ser americano es estupendo; se crearán cuatro millones de puestos de trabajo.

Cuando un meteorito, una nave galáctica u otro cuerpo celeste penetran en la atmósfera, se producen desaguisados y desajustes. Los analistas han confeccionado listas con las prioridades y tareas terrenas a las que deberá enfrentarse el presidente de la ¡Oh! El mismo ha preparado el terreno solicitando clemencia y paciencia a sus votantes. Lo curioso es que, según las encuestas publicadas, estos están dispuestos a tener clemencia y paciencia en un grado inusitado. Cuando el otro dijo lo de «sangre, sudor y lágrimas», se salía de una guerra. Hoy la opinión y la fe alcanzan cuotas épicas con crisis de menor cuantía. Ha debido de aumentar la tasa de fe per cápita.

Lo que es innegable es que el presidente ¡Oh!Bama se ha hecho con su público. En primer lugar, con el variopinto público norteamericano que, pese a su diversidad, comparte valores inquebrantables. A los gallegos les chifla el caldo de grelos, a los holandeses se les hace la boca agua pensando en el puré de guisantes, a los italianos los reconforta en su nacionalidad que Berlusconi anuncie por televisión que Kaká se queda en el Milan y un norteamericano lo es cuando juega a baloncesto en una cancha de suburbios, enarbola una hamburguesa en un puesto callejero o enjuaga los platos a mano en la cocina. En esas actitudes, y entre arrumacos a su esposa, se ha retratado el presidente de la ¡Oh! para probar su conexión a la tribu racional de las Américas.

A los extranjeros, que somos mayoría, también nos cuadra de momento el presidente de la admiración en la imagen de cuadro que nos hemos compuesto en la cabeza. Zapatero le ha tirado los tejos el primero. Se encontraba en un balneario egipcio en su recién estrenada actuación de coprotagonista estelar y aprovechó su irrupción en la política internacional para encomendarse al patrocinio del presidente de la ¡Oh!, que es quien va tomar las riendas. ¿De qué tomará las riendas? Y¿dónde están las riendas? Eso se verá. O no.

Agustín Jiménez.

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