Andrés Aberasturi – Yo me voy


MADRID, 23 (OTR/PRESS)

Y no es que la crisis me eche de mi casa ya pagada -las hipotecas entonces estaban a 17%- ni que estos fríos me afecten de forma especialmente virulenta. Una vez dimití «sicológicamente» como director de un informativo en TVE y es lo que me propongo ahora: Como no sé a dónde ir, dejo en esta España rara el cuerpo que me acompaña pero me voy espiritualmente a ese lugar «entre ninguna parte y el olvido» que se citaba en la genial película de Clint Easwood «Million dollar baby».

Me voy porque he ido superando todos los estados de ánimo conocidos hasta llegar a esta situación de cabreo, decepción, incomodidad y, sobre todo, asombro, en la que me instalan cada día unos y otros. Mira que me repito una y otra vez que no se puede generalizar, pero la clase política y cuanto la rodea -y permítanme que generalice- deprime al más optimista. No se puede estar seriamente fascinado «por la identidad socialdemócrata muy pura de Obama»; vamos, poderse, se puede, pero si el fascinado en cuestión es el presidente del Gobierno y secretario general del PSOE, y si de verdad se lo cree como así lo ha proclamado, una de dos: o no se entera él o el PSOE ha cambiado mucho. Pobre Obama. Menos mal que ya dormirá tranquilo una vez que Raúl y Cristina han comunicado al mundo que a Fidel (Castro, Fernández y más Castro respectivamente) no le disgusta del todo.

Y mientras, aquí, en Madrid, si no te espía nadie es que no te invitan a ninguna fiesta, no existes, no cuentas. Yo camino altivo por la calle con las solapas de la gabardina subidas y me giro de pronto violentamente; nada, no hay manera, no me sigue nadie y llego a casa deprimido. Le echo la culpa al ERE de RTVE: un prejubilado no vale nada, no es chicha ni limoná, ni le prometen nada los políticos ni los médicos le dan recetas rojas, que son la buenas, las gratis total. Aunque esto de las medicinas va a ser un problema: ¿qué pastillas son genuinamente españolas? Lo digo por los consejos del ministro Sebastián que recuerdan tanto a aquellas campañas de «Yo sí, yo sí, yo sí como patatas». Pues eso, a por el made in Spain. Lo malo es que en el mercado las pocas naranjas (un ejemplo) de esas valencianas ricas ricas, están a precios prohibitivos mientras que las que suben del moro resultan más asequibles. Y lo mismo pasa con el pesacado, los zapatos o los muebles de IKEA. A mí vocación patria no me falta, pero los recursos dan para lo que dan y como lo esquiar no es para mí…

Y encima el ¡HOLA! nos descubre que la princesa de Asturias repite ¡hasta tres veces¡ el mismo modelo. Y eso sí que ya colma el vaso de la tolerancia. Sólo falta que Magdalena Alvarez comparezca para lo que sea -da igual, nunca se le entiende- donde sea o que José Blanco se anime a enseñar economía en un par de horas al reciente Obama. Esperemos que no, por el bien del mundo. Aquí ya vale todo: espías de película tipo Esteso, jueces y/o sentencias escandalosas, leyes imposibles, optimismos contraproducentes, mentiras, medias verdades, filtraciones, estafas… «Cambalache» dejó de ser un tango para convertirse en la crónica cantada de un tiempo sucio, incierto, cansino y final.

Andrés Aberasturi.

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