MADRID, 30 (OTR/PRESS)
Me reafirmo en mi columna de hace tres días «Un socialdemócrata decente», en la que consideraba a Zapatero como el único soporte de la confianza en una salida razonable de la crisis y me asombraba de la inquina, el odio y los insultos con que lo tratan desde tantos sectores políticos y mediáticos, todo ello sin desconocer y criticar los motivos reales de crítica, que son muchos e importantes. Me reafirmo ahora sobre todo ante el conocimiento de que las encuestas que se están publicando o que se van a publicar lo sitúan a él y a su Gobierno varios puntos por encima del PP en intención de voto, y en tendencia creciente, y recogen una valoración mayor tanto del propio líder socialista como de la acción de su Gobierno incluso en la lucha contra la crisis económica, pese a que una gran mayoría de los encuestados muestra su desolación por la cada vez más dura incidencia de la crisis económica. A lo mejor no estaba yo tan despistado cuando recomendaba al PP que hiciera piña con el Gobierno y con los actores sociales y económicos para luchar todos juntos contra lo peor que nos pasa.
Las cosas han llegado a un estadio en que los insultos y las descalificaciones globales ya no sirven para nada, ni siquiera para subir la valoración política de quienes así actúan. Sólo faltaba la sentencia del Supremo reafirmando la asignatura de Educación para la Ciudadanía como legal y constitucional, después de la guerra del Episcopado y del PP. Digo que sólo faltaba eso porque llega además en los peores momentos para el PP, tras la consolidación en la opinión pública del escándalo terrorífico del espionaje político en la Comunidad de Madrid, donde todos los indicios apuntan a importantes dirigentes de ese partido y sobre lo que cualquier modesto análisis político conduce a la certeza de que el partido de Rajoy puede estallar en cualquier momento, ya que las cosas han llegado a un callejón sin salida. Estamos ante el asombro de Damasco con un partido incapaz de sacar la cabeza ni siquiera con la excelente baza de la crisis, que podría machacar a cualquier Gobierno. Pedro Calvo Hernando.