MADRID, 1 (OTR/PRESS)
Los banqueros vuelven este lunes a La Moncloa. Allí se han diseñado alianzas sociales, un cierto pacto antiterrorista con Rajoy, se han cocinado acuerdos empresariales, se han diseñado operaciones políticas de futuro. Esfuerzos más acertados en algunas ocasiones, menos en otras. Pero no se ha conseguido cuajar una ofensiva económica lo suficientemente creíble, lo bastante consensuada, como para insuflar confianza a los españoles. La presencia de los banqueros en la fotografía junto al presidente del Gobierno resulta, supongo, tranquilizadora. O no, si de estos encuentros no sale un desbloqueo crediticio suficiente como para animar la economía.
¿Están prestando dinero los bancos en cantidades suficientes como para producir esta animación? Las opiniones son variables y seguramente varían según de qué entidad se trate. Culpar de la mala situación a la banca, en general, es fácil, como culpar al Gobierno, o a la oposición, o a la clase política. O a los consumidores. Lo cierto es que el dinero inyectado en los bancos se está moviendo más lentamente de lo que sería de desear; pero también es verdad que los inversores y los consumidores, sin duda por esa falta de confianza a la que me refería, parecen haber decidido moverse menos, arriesgar casi nada, frenar el consumo. Y todo eso es, definitivamente, malo.
Tengo para mí que son bastantes, e importantes, los temas que Zapatero, acompañado del desanimado Solbes, puede debatir con los banqueros. Desde luego, no los cita para abroncarles, como han sugerido algunas fuentes. Por lo que se va sabiendo y contra lo que algún medio ha apuntado, los grandes de la Banca no apuestan en política -y menos con la movida que se está produciendo en el principal partido de oposición-; no, al menos, ahora. Claro que aún ni siquiera ha comenzado en serio el partido. La gran movida, sobre todo en las cajas, no ha empezado todavía. Al Gobierno le toca mover algunas fichas, con una nueva ley de cajas, que dependan menos del poder político autonómico, y con una reestructuración de su equipo económico. A algún representante de la banca y a varios connotados empresarios se les ha escuchado que sería conveniente mover el banquillo económico gubernamental, ensayar soluciones más radicales que hasta ahora. Pero a Zapatero parece que, por el momento, no le tienta la idea de hacer esa crisis que tantos le reclaman, por muy alicaído que se muestre el vicepresidente económico, por muchos errores que cometa el «superministro» de Industria.
Por el momento, hasta el 1 de marzo, habrá distracción política con las campañas electorales vasca y gallega. Pero después, alguna remodelación, algún nuevo paquete de iniciativas, se hará necesario. Y ahí habrá que contar con la connivencia de todos, patronal, sindicatos y… naturalmente, banqueros, que, ahora sin pretenderlo -como sí hicieron antaño, cuando eran «los siete grandes»-, se han convertido en los árbitros de la situación, tal vez también de la situación política. De momento, son los únicos que presentan resultados claramente positivos en sus balances -este lunes lo hará, en medio de una expectación que lógicamente va más allá de lo económico, el presidente de Caja Madrid, Miguel Blesa-. Les han presentado voces muy autorizadas internacionalmente como modélicos. Los bancos, en España y ahora, son una pieza esencial del sistema. Por eso, el encuentro de este lunes entre Zapatero -metido en tantos líos, pero imperturbable…- y los «grandes» de la banca me parece algo más, mucho más, que una «photo opportunity». Quizá la nota más destacada de esta primera semana de febrero, pese a la que, en tantos ámbitos, está cayendo, ya digo.
Fernando Jáuregui.