Cayetano González – Iglesia y Estado


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

El Gobierno de Zapatero ha «mimado» hasta el máximo el viaje a España del «número dos» del Vaticano, el cardenal Tarcisio Bertone, en un intento de dar una apariencia de normalidad en las relaciones con la Iglesia Católica. Y como el actual ejecutivo y el partido que lo apoya son unos auténticos maestros del «marketing» y de la venta de lo que les interesa electoralmente, el asunto no les ha quedado mal.

Pero una cosa es eso y otra pensar que el Gobierno va a modificar un ápice el contenido de su «hoja de ruta» laicista, que incluye cuestiones tan delicadas y sensibles como la ampliación de la ley del aborto hasta dejarlo prácticamente en el aborto libre, la modificación de la ley de Libertad Religiosa para reducir las manifestaciones de culto al ámbito de la sacristía, o la asignatura de Educación para la Ciudadanía con una evidente intención de adoctrinar al personal. Este Gobierno con su Presidente a la cabeza no va a renunciar a nada de eso, porque su proyecto ideológico pasa por imprimir un cambio a la sociedad española en el terreno de los valores y de las creencias de tipo moral cuyo resultado sea que a esa sociedad no la conozca -parafraseando a Alfonso Guerra- «ni la madre que la parió».

Como también sería un error pensar que tras la afabilidad y cortesía del Cardenal Bertone en sus reuniones con los miembros del Gobierno se pueda vislumbrar un aflojamiento de la postura de la Iglesia sobre esas cuestiones tan nucleares en la doctrina católica como las referidas a la familia, al derecho a la vida desde el momento de la concepción hasta la muerte, o al derecho de los padres a elegir el tipo de educación que quieran para sus hijos. La Iglesia es una institución con más de dos mil años de existencia, que ha salido adelante contra viento y marea, cometiendo en algunos casos errores porque está integrada por personas, pero con una fortaleza y consistencia que le viene dada por su origen y por la misión que le fue encomendada por su fundador, Jesucristo, y que trasciende las circunstancias y los condicionantes de una determinada época.

Por lo tanto, está muy bien que el gobierno socialista haya querido rehacer las maltrechas relaciones con la Iglesia Católica en la persona del «número dos» del Vaticano, pero ese esfuerzo sería mas creíble y sincero si fuera acompañado por un respeto en su quehacer diario al hecho de que los católicos siguen siendo una mayoría muy cualificada en este País y que en estos cinco años que lleva Zapatero en el poder se han visto en ocasiones zarandeados y acosados por esa ideología laicista que predomina en la actuación del actual ejecutivo. Y quienes piensen que la Iglesia como Institución o los católicos en el ejercicio de su libertad personal van a renunciar, organizándose y promoviendo desde la sociedad civil iniciativas de todo tipo, a la defensa de los principios y valores fundamentales de los valores cristianos es que no conoce bien el terreno que pisan y de lo que estamos hablando.

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