Fermín Bocos – ETA marginal


MADRID, 9 (OTR/PRESS)

La ETA ha entrado en campaña electoral a su modo: destruyendo. Es su forma de recordar que existen pese a que su última franquicia política (D3M), ha sido puesta fuera de la ley por el Tribunal Supremo. Tienen parroquia -alrededor de doscientos mil votantes- y la cultivan a su manera: intentando amedrentar; aterrorizando al personal.

La furgoneta que explotó en el Parque de las Naciones de Madrid estaba colocada muy cerca de la sede de Ferrovial, una constructora que participa en el tendido de la futura línea del AVE que unirá la capital con Bilbao y San Sebastián para seguir por territorio francés hasta enlazar con París, pero, tengo para mI que sería un exceso de racionalidad establecer una relación de causa/efecto.

La ETA, el último grupo terrorista que opera en territorio de la Unión Europea, es en sí mismo un fósil, un vestigio ominoso de los peores frutos del ofuscamiento nacionalista que tantos horrores perpetró en diferentes países a lo largo del siglo XX. Quiero decir con esto que si hablan a través de las bombas es porque su hoja de ruta ya solo tiene un punto: salvar las apariencias. Todavía pueden hacer daño, pero, afortunadamente, desde que el Gobierno Zapatero ha decidido combatirles con todos los recursos del Estado -olvidando las ambigüedades de cuando tregua-, lo que hagan o dejen de hacer los terroristas ya no condiciona la vida política del País Vasco. Y, menos aún, la del resto de España.

Perdieron la oportunidad de aprovechar la generosa oportunidad que suponía la última negociación y ellos mismo se han condenado a la marginalidad política y social. Marginalidad criminal, por supuesto, pero marginalidad a fin de cuentas.

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