Carlos Carnicero – Un sistema de partidos estable


MADRID, 14 (OTR/PRESS)

Pareciera que es imposible en España una relación civilizada entre partidos y que toda la política española esté sostenida sobre lazos de crispación entrecruzados que terminan por dibujar una tela de araña desoladora. Los dos partidos principales llevan enzarzados en una disputa que no ha tenido un minuto de sosiego desde que el joven José María Aznar llegó de Valladolid y se hizo cargo de la dirección del partido. La tecnología de la crispación llevó a la utilización del tema del GAL como vía de asalto a La Moncloa. No hubo asepsia en la exigencia de responsabilidades penales y el derecho se esgrimió común ariete para tratar de meter al presidente constitucional Felipe González en la cárcel. Nadie en aquella operación quería justicia; lo que se trataba es de destruir el partido en el poder para quitarle el trono. El juez que instrumentalizó toda aquella operación fue Baltasar Garzón. Siempre en el epicentro de todo sumario que tiene susceptibilidad de utilización política: los hechos son ciertos, pero siempre caen en las mismas manos como si los dados con los que se sortean los pleitos en la Audiencia Nacional estuvieran cargados para que Garzón siempre sacara el siete. Nadie quiere analizar esta circunstancia salvo cuando le perjudica personalmente. Aplauden al juez cuando les conviene y lo recusan cuando les ofende, sin darse cuenta del contrasentido que es el juez en sí mismo independientemente de a quien beneficien sus excesos.

La bronca fue la constante de la anterior legislatura. El PP decidió que no reconocer sus errores era sólo un tránsito para negar la evidencia, construir la teoría de la conspiración y volver a partir España en dos mitades. El resultado, para él, ha sido cuatro años más de oposición que lleva toda la pinta de revalidar en plena debacle económica por su querencia a caer en todas las trampas. Es como si el partido conservador pensara que no existe vida al otro lado de la trifulca.

Pero el PSOE y el Gobierno se equivocan si la observancia de todo lo que está pasando les lleva al regocijo de pensar que su mejor aliado es un PP echado al monte. España, como cualquier país democrático, necesita un entendimiento y un diálogo fluido entre los partidos que encarnan y representan la soberanía popular. La teoría del desguace del adversario termina por destruir las instituciones y estas son el soporte de la convivencia. Naturalmente que hay que depurar todas las responsabilidades en la trama de corrupción tejida alrededor del PP, pero convendría no olvidar que la asepsia del neurocirujano tiene su máxima expresión cuando logra arrancar el tumor sin impedir que el cerebro siga funcionando. Para eso hace falta un buen médico, un equipo de anestesistas competente, silencio en el quirófano y respeto por quienes hacen su trabajo. Algo que en la vida política española está muy lejos de conseguirse. Y sobre todo un cirujano que no realice siempre todas las operaciones.

CARLOS CARNICERO

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