Isaías Lafuente – En compañía de otros


MADRID, 17 (OTR/PRESS)

Todo el mundo busca a Marta en las aguas del río Guadalquivir. Miguel Carcaño ha confesado que acabó con su vida y se deshizo del cuerpo con la ayuda de un improvisado comando tejido por lazos familiares y una férrea amistad: un hermano y dos amigos, uno de ellos de 15 años, le ayudaron a arrojar el cuerpo de Marta al cauce del río. Aunque la justicia no considera que técnicamente éste sea un caso de violencia de género, porque la relación entre Miguel y Marta fue breve y se produjo hace tiempo, es difícil no ver en la fatal agresión tintes machistas. Y eso ha de llevarnos a hacer algunas reflexiones.

La primera, sobre la juventud del agresor y de la víctima, chavales que han nacido y crecido en una sociedad democrática e igualitaria que, sin embargo, contempla con estupefacción cómo los viejos resabios machistas no sólo perduran entre quienes se educaron en otra época sino que logran prender también en algunos individuos de las nuevas generaciones. La segunda, sobre la complicidad de quienes ayudaron a Miguel a culminar su hazaña, borrando los indicios del crimen y haciendo desaparecer el cuerpo de Marta. El hecho de que no dudasen ni un minuto en poner por encima de todo la fraternidad y la amistad hasta el punto de convertirse en cómplices antes que en denunciantes produce estremecimiento. Y la tercera, sobre la reacción de algunos medios de comunicación que no han dudado en atravesar algunas líneas rojas en la explotación de la noticia. La entrevista televisiva a la actual novia del asesino confeso, una niña de apenas 14 años, y algunas informaciones con testimonios que presentaban a Miguel Carcaño como un «chico normal», percepción desmentida por los hechos, merecen ser añadidas a la antología de cosas que no hay que hacer cuando se trata de abordar un asunto como el de la violencia contra las mujeres.

Para acabar definitivamente con esta lacra, aparte de la ley y de la actuación de jueces y policías, se reclama de los ciudadanos un mayor control social, capacidad de denuncia y extremo cuidado en el manejo de las informaciones. Por lo visto en la brutal desaparición de Marta, algunas de estas asignaturas aún las tenemos pendientes.

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