Luis del Val – Perdido


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

Dos años después de haber ganado el Premio Nóbel de Literatura, Heinrich Böll publicó una inquietante novela titulada «El honor perdido de Katharina Blum», que viene a ser una denuncia virulenta sobre los métodos y las artimañas de la prensa amarilla.

Descubrí al escritor alemán, de una manera casual y fortuita: estaba en un aeropuerto, no tenía nada que leer, y adquirí un ejemplar de «Opiniones de un payaso». Desde entonces, mucho antes de que la Academia Sueca le distinguiera, he procurado seguir sus libros traducidos al castellano.

«El honor perdido» debería ser lectura obligatoria para las personas que dirigen medios de comunicación y para quienes trabajamos en ellos. Y no añado «en la prensa amarilla», porque lo «amarillesco» se ha introducido de forma más o menos larvada en todos los medios, y de manera descarada en los platós de televisión. Echamos culpas, señalamos causantes, criticamos a los demás, pero todos somos cómplices de este desastre, de esta deriva que disminuye el prestigio del oficio -ni siquiera me atrevo a escribir profesión- de este proceso entrópico que nos envisca y nos convierte, como poco, en compañeros de viaje.

Me imagino que habré cometido alguna canallada, sobre todo en los petulantes momentos de mis comienzos, y que habré dejado alguna víctima y hollado algún honor, pero nunca me había encontrado con este desparpajo, con este desprecio hacia la dignidad ajena, con esta facilidad con la que manejamos el poder de los medios de comunicación. Me parece que fue Dashiell Hammet el que habló del peligro de un ciego con una pistola. Bueno, pues hay días en que me parece que los periodistas somos unos ciegos con una pistola, disparando al azar, incumpliendo las más elementales reglas deontológicas, y ayudando al desprestigio de algo en lo que todavía creo.

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