Fernando Jáuregui – Va sobre demasías


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

He tenido ocasión de expresar mi admiración y apoyo al periodista que, desde un periódico, prosigue la investigación sobre las presuntas corrupciones y corruptelas de un grupo de personas relacionadas con responsables políticos en las comunidades de Madrid y Valencia. Nunca he creído que alguien como Francisco Mercado, que es el nombre de ese periodista, esté al servicio de trama alguna para desestabilizar a partido alguno, ni he creído jamás que un informador serio como él incurra voluntariamente en falsedades o en inventos de ninguna clase. Y mal hace quien, para alejar de sí fantasmas de corrupciones cercanos, trata de esparcir basura sobre el mensajero.

Sí, casos de corrupción hay. Y ha habido, gentes que se han lucrado (presuntamente, perdón) de manera irregular. Lo cual ni significa que el Partido Popular se haya procurado una financiación ilícita (puede que sí algún miembro de ese partido, lo que no es lo mismo) ni que la corrupción se haya convertido en un cáncer que esté devorando los cimientos de los «populares».

Debo reconocer que a generar esta impresión están contribuyendo dos factores que, esos sí, me parecen peligrosos: por un lado, el hecho de que se magnifiquen ciertas cosas. No sé si un gran diario de tirada nacional debe titular su portada a cinco columnas con el asunto de los «trajes» del president de la Generalitat, Francisco Camps (un asunto de cinco mil euros y, encima, poco claro).

Tampoco sé si otro medio importante debería abrir, como abrió, su edición a todo trapo denunciando que alguien de la Administración PP contrató los servicios del bufete de un ex ministro «pepero»; sin embargo, ¿no es lo lógico que, cuando contratas los servicios de un abogado, lo hagas con alguien a quien consideras próximo? A veces tratamos de ver la exclusiva periodística donde no la hay, o tratamos de magnificar de manera artificial algún hecho que consideramos que es «nuestro scoop» e intentamos, así, darle mayor relevancia de la que en buena teoría merecería.

Por otra parte, me inclino a estar de acuerdo con el PP cuando se queja de que las «filtraciones selectivas» y gota a gota de un sumario que había sido declarado secreto perjudica a quienes podrían, y no lo saben, estar incluídos en ese sumario. Porque, al aparecer fragmentos de la instrucción sumarial en los medios de comunicación, se producen «penas infamantes» -exposición ante la opinión pública– para las personas allí «retratadas», indefensas porque ni el juez las ha llamado todavía a declarar ni conocen muy bien por dónde anda la totalidad del asunto que presumiblemente les afecta.

Y conste que soy periodista y que si, como le ocurre a Mercado y antes que a él a otros colegas, me hubiese caído en las manos un sumario declarado secreto, o partes del mismo, hubiese hecho lo mismo que él ha hecho: publicarlo. Aunque, como ciudadano, debo añadir que me cuestiono algunas cosas sobre la limpieza del procedimiento que ha llevado a que estas filtraciones, tan convenientes para alguien, sean posibles.

Y es que nos hemos instalado en el reino de la demasía, que es el caldo de cultivo de las peores crispaciones. Demasía a la hora de la presteza en condenar, a la hora de magnificar algunas conductas lamentables, impresentables, quizá delictivas, pero de alcance penal menor del que se supondría que tienen, tal y como vienen presentadas. Y, del otro lado, demasía desde el momento en el que las investigaciones periodísticas, las instrucciones judiciales, incluso las filtraciones malintencionadas, se consideran como una conspiración orquestada (no se dice, pero se da a entender: por el partido gobernante, en alianza con la fiscalía y un conglomerado mediático) nada menos que para acabar con un partido que tiene setecientos mil militantes y diez millones de votos a la espalda. Demasiao.

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