Charo Zarzalejos – Nervios en domingo


MADRID, 21 (OTR/PRESS)

Hoy, domingo, es día de nervios en Galicia y País Vasco. Las encuestas llenan de expectativas a unos e introducen ansiedad en todos. Y no es para menos. En Galicia, el PP acaricia la posibilidad no remota de llegar a los 38 escaños; el PSG, que sabe será la segunda fuerza, quiere, cuando menos, poder rentabilizar estos cuatro años de Gobierno con el BNG, que a estas alturas de la partida tiene la certeza de que serán ellos y no los socialistas los «premiados» por la gestión del bipartito. Quiere el BNG más fuerza para poder negociar en mejores condiciones la reedición de su alianza de gobierno con los socialistas.

En cualquier caso, en Galicia, el resultado final de los comicios no lo dictan las urnas instaladas en la Comunidad Autónoma. El resultado lo dictan los miles de gallegos que viven al otro lado del Atlántico de los que un porcentaje muy importante ni han estado, ni están y ni se les espera en Galicia.

Se da la paradoja, aún no resuelta pero llamativa, de que el nieto de un gallego instalado en Argentina puede votar y no el gallego que por razones profesionales o familiares vive a 300 kilómetros de Santiago de Compostela. No se me ocurre explicación convincente para esta paradoja, pero ahí está y, además, con poder decisorio.

Si la hipótesis que maneja el PP de poder llegar a los 38 escaños se cumpliera, supondría para este partido un auténtico chorro de aire fresco, un subidón en el ánimo colectivo y, desde luego, se aminorarían, y de qué manera, las ya debilitadas operaciones para llevarse por delante a Mariano Rajoy.

Otro cantar bien distinto es el País Vasco. A diferencia de lo que ocurre en Galicia, en donde se palpa una auténtica campaña porque allí está presente y latente la posibilidad cierta de un cambio de Gobierno, en el País Vasco todo está plano. Muy plano. La razón sustancial es que entre los vascos no hay sensación de que nada esté en juego, pese a la objetiva mejora que el PSE va a lograr el próximo domingo.

Es en esta fase final de campaña en la que el candidato Ibarretxe está recreando algo que los ciudadanos no perciben o, que si lo perciben, lo hacen sin la menor preocupación. Dice Ibarretxe «cuidado, que PP y PSE van a tener mayoría absoluta», tratando de introducir sensación de emergencia entre el electorado nacionalista. Lo hace como reclamo para que ni uno solo se quede en casa, después de haber confirmado que a ellos también les afecta la abstención. Con menos fuerza, Eusko Alkartasuna también está en ello y todos confían en que el voto nulo, que en teoría va a ejercer la izquierda abertzale más próxima a ETA, sea menos nulo; es decir, que la tradicional solidaridad entre nacionalistas se reedite como ocurrió en 2001. Entonces fue la única ocasión en la que, efectivamente, en el País Vasco se vivió una intensa y tensa campaña. Mayor Oreja y Nicolás Redondo lograron convencer de que podían ganar y, ante el riesgo cierto, Batasuna «prestó» 80.000 votos. Gracias a estos votos Ibarretxe volvió a ser lehendakari.

Estrategia opuesta es la de Patxi López. Necesita, por un lado, del desencanto nacionalista y, de otro, del voto útil no nacionalista; es decir, del eventual votante del PP cansado de no ser caballo ganador. Esto le lleva a hablar de cambio y no de alternativa, a no asustar a nadie y dar expectativas a todos. Ha optado, como hizo Zapatero, por ofrecer método -dialogo y acuerdo- pero no objetivos concretos para no alertar a los demás, ha querido y quiere sembrar en todos los campos. Las encuestas dicen que su estrategia puede resultar eficaz, porque va a experimentar una sustancial mejoría, pero para ser lehendakari va a necesitar de los escaños del PP que, aún bajando posiciones, puede ser determinante.

No habrá cambio si entre los dos -PSE y PP- no suman 38 y esto puede depender de un puñado, sólo un puñado, de votos. Si no los suman, el PSE tiene un discurso preparado: no lo hemos logrado por el desplome del PP. Los populares aspiran a mantenerse, pero las expectativas no son buenas. Si las perspectivas que ofrecen algunas encuestas que auguran una pérdida de hasta seis escaños se cumplieran, los sectores más críticos con Rajoy encontrarían argumento bastante para recordarle que la culpa es suya por haber maltratado a María San Gíl. Al tiempo.

El escenario vasco es radicalmente distinto al gallego y las encuestas referidas a las elecciones en Euskadi hay que acogerlas con suma cautela. El porcentaje de los que no saben o no contestan es lo suficientemente abultado como para sugerir la máxima prudencia, tanto a los que van de ganadores como a quienes se le auguran malos resultados. Ocurre que a la emoción del día 1 hay que sumar la del día 2, porque en el País Vasco no sólo está en juego la formación del próximo Parlamento, sino que la suerte de partidos y líderes puede estar en juego. Una cuestión está decidida; si el PNV no forma Gobierno, Ibarretxe se va; si gana y hay un nuevo tripartito, «será con otras reglas».

Queda una semana para estas dos citas electorales, que han sorprendido al PSOE con una gigantesca crisis económica y la cacería del ministro de Justicia, que les hace más daño de lo que ellos suponen, y al PP en boca de todos por el sumario que instruye el juez Garzón. La lectura de los resultados en clave nacional van a ser inevitables y, desde luego, interesantes. Lo veremos.

CHARO ZARZALEJOS

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído