Isaías Lafuente – ¿Aquí no dimite nadie?


MADRID, 24 (OTR/PRESS)

No sé muy bien por qué, pero en España se ha instalado en el imaginario colectivo la idea de que aquí nadie asume responsabilidades políticas y dimite. Se repite constantemente cada vez que alguien las exige y le son negadas, y entre el coro de quienes insisten encontramos a políticos, periodistas y a muchos ciudadanos que abonan la tesis en tertulias domésticas. Pero no es así. Cada 23 F, y este año especialmente, recordamos que el intento de golpe de Estado se produjo durante el relevo del dimisionario presidente Suárez. Y cualquiera que repase en las hemerotecas los sucesivos gobiernos de Felipe González, especialmente los últimos, encontrará una nutrida nómina de miembros del Gobierno, entre ellos dos vicepresidentes, que abandonaron su cargo por razones bien diversas. Desconozco si en el análisis comparado aquí se dimite poco o mucho, pero lo cierto es que se dimite y que unos dimiten más que otros.

El último, el ministro de Justicia Fernández Bermejo. Después de reconocer la inconveniencia de su cacería ha tenido que reconocer que el reconocimiento no era suficiente. Quizás las últimas informaciones que lo daban por amortizado en el Gobierno a la espera de un momento conveniente para formalizar su salida le hayan empujado a abandonar antes de que le abrieran la puerta. En la historia quedan para siempre otras cacerías inconvenientes que no culminaron en dimisión, como las que protagonizaron el presidente de la Xunta, Manuel Fraga, y el ministro de Fomento, Alvarez Cascos, en los fines de semana en los que Galicia se estremecía por el hundimiento del Prestige y sus ciudadanos se empleaban en limpiar el chapapote. Ahora Federico Trillo ha perdido una oportunidad extraordinaria de callar al reclamar hacer leña del árbol caído, y su indigna postura nos ha hecho recordar a aquel ministro de Defensa que nunca asumió un resquicio de responsabilidad por el accidente del Yak 42, por la contratación de aquella chatarra ni por el escándalo de las falsas identificaciones de los 62 militares muertos después de empeñar su palabra en que el proceso forense había sido impecable.

Dado que la cabeza de Bermejo había sido solicitada insistentemente por el PP nadie duda de que es este partido el que puede atribuirse legítimamente el trofeo. Pero la dimisión del ministro pone también muy alto el listón de la asunción de responsabilidades. Hace unos días Rajoy contaba las horas que pasaban sin que Bermejo dimitiera. Ahora el contador corre de su lado. Porque cuando el presidente del PP se levantó esta mañana, Bermejo ya había sido abatido, pero el asunto de los espías y el sumario Correa seguían vivos, como tiernos cervatillos.

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