Rafael Torres – Nadie murió


MADRID, 27 (OTR/PRESS)

El miércoles pasado, 25 de febrero de 2009, nadie murió en las carreteras españolas a consecuencia de accidente de tráfico, y aunque el suceso, el no-suceso más bien, merecería figurar con gran despliegue tipográfico en la portada de ese Diario de Buenas Noticias que muchos desearíamos que existiera, lo cierto es que en su envés desvela una noticia no mala, ni pésima, sino aterradora: fue el único día del año en que no murió nadie en las carreteras españolas.

Así y todo, si algún día se hace un balance objetivo y mesurado de los aciertos del actual gobierno, esto es, de aquello que sirvió verdaderamente para mejorar la sociedad y su vida cotidiana, habrá de figurar en él, y esperemos que no en solitario, el de la disminución notable del número de los muertos en carretera, así como del de su terrible anexo de los grandes heridos. Fuera de la retirada de las tropas españolas que participaban en la invasión de Irak, ninguna otra acción política del gobierno ha dado frutos tan positivos en relación a la preservación de la vida como ésta de choque contra la brutal mortandad que se daba en el tráfico rodado. Si la Ley Antitabaco se convirtió pronto en papel mojado, antes de salvar vida ninguna de fumador activo o pasivo, y las decretadas contra la violencia machista o contra los accidentes laborales tampoco han logrado sus propósitos, sino antes al contrario, el hecho de que haya un día sin muertes de asfalto acredita las medidas gubernativas sobre el particular como eficaces, si bien el hecho de que durante el resto de los días del año se sigan perdiendo vidas revela, también, que son insuficientes.

Todos cuantos el miércoles 25 de febrero de 2009 subieron a un vehículo, alcanzaron a bajarse de él conservando la vida. Fue el primer día del año que ocurrió semejante cosa, y ojalá que no sea el último.

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