Fernando Jáuregui – La semana política que empieza – Los «tempos», quizá acertados de Zapatero


MADRID, 1 (OTR/PRESS)

Y ahora, ¿qué? La sensación es la de que se abre una nueva etapa en la marcha política de la Legislatura. ¿Se van a acelerar las cosas? ¿Hay que esperar?¿Habrá sorpresas tras las sorpresas arrojadas por las urnas? ¿Habrá más de lo mismo?

Sería un error sacar conclusiones nacionales de los resultados de unas elecciones autonómicas, aunque sean tan significativas como las de Galicia y el País Vasco este domingo; no son unas elecciones primarias y no pueden determinar si Rajoy debe ser sustituido o si Zapatero ha de variar bruscamente su política de alianzas con algunos nacionalistas. Pero estos resultados siempre sirven para que los estados mayores de los partidos se replanteen sus tácticas y hasta sus estrategias; sirven, en la medida en que ello sea posible, para hacer una cierta autocrítica y también para poner a punto algunos motores que fallan. Lo digo porque, sin que la cosa tenga relación directa con lo que ha salido de las urnas este domingo, uno de los motores que fallan estrepitosamente está en el gobierno, donde varios ministros piden a gritos -aunque ellos, claro, no lo pidan– su sustitución. El otro motor, desde luego, está en la oposición, donde también hay que proceder a no pocos relevos, y no me refiero por cierto al de Rajoy.

Puede que marzo sea un mes de cierta calma chicha, quién sabe. La calma antes de la tormenta que significará otra nueva campaña electoral, esta vez la de las elecciones europeas del 7 de junio. Aseguran que tanto el PSOE, es decir, Zapatero, como el PP, es decir, tanta gente no siempre bien avenida, quieren aguardar hasta entonces antes de lanzarse a la vorágine de los cambios. Porque las dos partes saben que tienen que hacerlos si quieren enfilar con buen rumbo la senda hacia la conquista de La Moncloa en 2012. Lo que ocurre es que muchos se preguntan si Rajoy llegará vivo hasta junio, a la vista del canibalismo que algunos, dentro del PP, practican. Y muchos más se inquietan ante la convicción de que hay ministros –no solamente el dimitido Fernández Bermejo– que, simplemente, ya no se sostienen en el Gobierno de Zapatero, que, no lo olvidemos, es, tras Pérez Rubalcaba (Interior), Chacón (Defensa) y Fernández de la Vega (vicepresidenta política), el mejor valorado de su elenco en las encuestas. Y, por increíble que parezca, aún hay ministros/as que, tras años –o, al menos, tras muchos meses– en el cargo, son apenas conocidos/as por un treinta por ciento del electorado. O aún por menos, en ciertos casos.

¿Llegará Zapatero a tiempo de evitar los incendios esperando hasta junio? Porque el cansancio del vicepresidente económico, Pedro Solbes, es tan evidente que ni él mismo se molesta en disimularlo; los errores de Miguel Sebastián, el titular de Industria, tan de bulto que ni Zapatero se molesta en justificarlos; los dislates de Magdalena Alvarez (Fomento) tan clamorosos que ni sus compañeros de gabinete se molestan en acallarlos. Y la falta de contenido de algunos departamentos (Igualdad, Vivienda, Ciencia e Innovación, Cultura…) es tan evidente que ni la agenda oficial que los ministerios nos ofrecen cada día a los medios se molesta en maquillarla.

Está muy claro no solo que este vacío gubernamental se produce, sino que el presidente se verá forzado a cambiar bastante del actual organigrama de gobierno, que no siempre estuvo bien planteado a raíz de la última remodelación el pasado mes de abril. Cultura no puede, así, tratar de quitar continuamente competencias a Exteriores; la fusión de Medio Ambiente con Agricultura y Pesca quizá no haya sido del todo acertada, lo mismo que la separación de Educación y Universidades; Ciencia e Innovación choca continuamente con Industria, que, a su vez, choca continuamente con la vicepresidencia económica. Por otro lado, las competencias de la vicepresidencia política solapan en ocasiones, y en otras son solapadas, a las de algunos departamentos, como Justicia (está por ver cómo será el funcionamiento con el nuevo titular, Francisco Caamaño). Y, desde luego, no acaba de verse la utilidad de algunos ministerios cuyas competencias han quedado devoradas por las transferencias a las comunidades autónomas.

Las nuevas necesidades generadas por la crisis económica, la nueva coyuntura internacional en la «era Obama», precisan, más que nuevas caras, nuevas ideas y nuevas soluciones. El gobierno que nació de las últimas elecciones generales tiene que hacer frente a planteamientos inéditos, a unos Presupuestos Generales del Estado que nada tienen que ver con los actuales, a la inevitabilidad de recortar el gasto público y a un modo de concebir la navegación del Estado que se compadece poco con los métodos rutinarios que eran los clásicos hasta ahora.

Supongo que Zapatero será consciente de todo ello. Ocurre, no obstante, que los «tempos» de los dirigentes políticos casi nunca coinciden con los más apresurados de los comentaristas, que detectan lo que va mal, pero no a qué ritmo deben producirse las decisiones. Puede, lo reconozco, que los «tempos» de Zapatero, que trata de llegar como sea hasta finales de junio, o quizá hasta julio –mes tradicional para hacer crisis de gobierno–, sean los acertados; puede que lo sean incluso los mucho más calmados de Rajoy, que deberá dar el definitivo puñetazo sobre la mesa de cara a su partido y exigir saneamientos internos que reclaman todos los sondeos que maneja. Pero qué duda cabe de que este año 2009 debe ver muchos más rostros nuevos que el hasta ahora casi desconocido de Francisco Caamaño, un hombre al que le gustan muy poco las candilejas. Debe albergar este año, desde ya mismo, muchas ideas que hasta ahora han circulado con alarmante escasez por estos pagos. Y el cronómetro comienza a contar precisamente ahora, este lunes postelectoral.

Fernando Jáuregui

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