Agustín Jiménez – Cetáceos y coletazos.


MADRID, 3 (OTR/PRESS)

Doscientas ballenas o así han salido a tumbarse a una playa de Tasmania. Estos bichos repiten con regularidad una liturgia suicida que no sabemos cómo interpretar. ¿Se despistan? ¿Se quieren morir para siempre? ¿No tienen ganas de nadar? ¿Son espectros de holandeses errantes?

Tampoco es para sorprenderse tanto. Muchos ejemplares humanos, muchas instituciones homínidas se encuentran actualmente varados en una playa, un sillón o una mesa de caoba sin levantarse y sin remar. No nos aclaran si se han despistado o sólo desean echar la siesta. Es fácil imaginarse a las ballenas de Tasmania como absurdos políticos gordos de vuelta de todo.

En dos bellas regiones costeras de España (o de donde quieran los independistas) ha habido zafarrancho estos días para designar a los agraciados que podrán tumbarse a la bartola durante una temporada y denigrar a los desdichados que, en esta época de crisis en que un alcalde honrado debe guardar bajo el colchón los eurillos que pudo ahorrar astutamente, se verán abocados al paro o a ocupaciones menos lúcidas. Se trataba obviamente de un concurso de inteligencia y abnegación en que unos pujaron comprando sillas muy ergonómicas, otros secuestrando excursionistas del Inserso, otros, en fin, prometiendo a los paisanos una reanudación eficaz de favores y corruptelas antiguos. Todo ello atropellando la gramática en tres lenguas diferentes y ninguna verdadera.

Cuando se destapó la olla de los resultados, en Madrid centro ya estaban con miras más altas, con el «Ad maiorem Dei gloriam» de los jesuitas, cuyas iniciales siempre se interpretaron como «Anda, mamá, dame galletas». Estaba al caer un magnatario ruso, que los avispados observadores de la prensa siguen considerando un boquerón del ballenáceo Putin. El día posterior al inicio de la visita, la edición rusa de «Pravda» abría con la foto de su presidente, que le ha firmado un papel a Zapatero; la edición inglesa arrancaba con Obama, que intenta engañar al público ofreciendo un falso recorte de gastos militares. El de Washington -argumenta un medio que debemos creer, porque «Pravda» significa «verdad»- chalanea con el famoso escudo antimisiles mientras el Tribunal Penal Internacional de La Haya, en la primera sentencia de su historia, absuelve al antiguo presidente serbio, víctima de tantas injusticias y de los bombardeos de la OTAN.

Por lo demás, Ucrania entra en una crisis tremenda, con cierto regocijo de los moscovitas, y la solidaridad europea posterga a los países del Este, aunque, según la prensa lituana, la recesión no va a ser para tanto: una contracción del 2,8 por ciento, un paro del 11 por ciento. En España será un poco peor, pero somos más ricos y Medvedev huele a petróleo. El dinero no tiene olor, no hay inversores malos, y es verdad que Europa está llena de estaciones de servicio Lukos, las que han quedado después de que otros propietarios (el antiguo dueño Jodorkovski, cuyo juicio se reanuda) entraran en la cárcel o se vieran obligados a comprar un club de fútbol de la Premier. Lo que tranquiliza en el panorama internacional es el convencimiento de que el nuevo Gobierno gallego ya debe de tener un plan.

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