MADRID, 4 (OTR/PRESS)
Finalmente, será la aritmética la que determine quién será el lehendakari vasco, pero de momento es espectacular la pelea que mantienen nacionalistas y socialistas por el cargo. La aritmética dice, de antemano, que Patxi López tiene todas las de ganar, porque será el candidato que pueda superar la votación de la investidura con los 38 votos de los no-nacionalistas o constitucionalistas del nuevo parlamento vasco.
Por el contrario, el PNV, que ha ganado las elecciones, de manera indiscutible, con 30 diputados, cinco o seis más que su competidor el PSE, ha visto definitivamente mermadas sus fuerzas para conseguir esa mayoría absoluta de la sesión de investidura por la sencilla razón de que sus socios del nacionalismo euskaldún no llegan a sumar la cifra correspondiente. El PNV, por cierto, se ha ocupado de «fagocitar» a esos socios menores de la anterior legislatura… La pérdida de votos y escaños de EA y EB no se ve compensada por el avance del propio PNV ni tampoco el de Aralar, juntos.
Por otra parte, existe un muy vivo deseo de todas las fuerzas no nacionalistas para que, de una vez, y después de tan larga espera, se proceda a la renovación y la alternancia. Hasta el punto de que el apoyo de los populares y de Rosa Díez puede resultar mucho menos caro de lo que pudo pensarse siempre, por la sencilla razón de que tanto Basagoiti y Rajoy como la propia UPyD tienen intensos deseos de que «se mueva el banquillo» en Euskadi y empiecen a verse muchas cosas con criterios distintos a los que han prevalecido en tres décadas. Tanto el PP como UPyD están dando facilidades a López para avanzar en esa propuesta.
De ahí que el nacionalismo del PNV esté realizando una campaña feroz contra el intento de desalojo que viene: no le gusta nada, y se resiste con todas sus fuerzas, que son muchas, a que se produzca ese desalojo del poder, de los muchos y variados resortes del poder. Cuando se llevan tres décadas ejerciendo el poder, uno tiende a echar raíces, ampliar la base de apoyos y beneficiarios y se hace mucho más difícil de realizar la alternancia. En ese punto estamos. Algunos dirigentes del PNV han recordado que se ha procedido a expulsar del Parlamento a los proetarras o batasunos de legislaturas anteriores, lo que también reduce los apoyos que el PNV pudiera tener en situaciones como ésta, en que se debate la continuidad del nacionalismo o la ruptura con esos esquemas.
Arzalluz, Anasagasti, Urkullu e Ibarretxe, esta vez todos a una, se han puesto de acuerdo en protestar contra lo que parece inevitable: que el PNV es un partido más, un partido que no es un régimen, ni la religión de Euskadi. Un partido, como les recordó ayer Patxi López, que unas veces estará en el Gobierno -hasta ahora, siempre lo ha estado- y otras en la oposición…, y no pasa nada.
A eso es a lo que está jugando el PNV, a advertir que nada será igual y que los efectos de su ausencia del Gobierno que siempre ejercieron se notarán en la falta de apoyos para el propio PSOE que Gobierna en el Estado español como se pudo comprobar en el debate presupuestario, cuando salieron adelante las cuentas de Solbes merced a los votos del PNV. Se olvida el PNV que, a su vez, sus propios presupuestos vascos han salido adelante en los últimos años en el parlamento vasco merced a los apoyos del socialismo vasco y con esas mismas ayudas salió adelante la renovación o revisión del Concierto y Cupo vascos. Pero, efectivamente, es probable que a Rodríguez Zapatero el enfado del PNV le fuerce a buscar apoyos alternativos en las Cortes, acaso volviéndose al «cultivo» de los convergentes catalanes. No hay mucho donde elegir, en un Parlamento «apretado» y de dos grandes fuerzas.
