Andrés Aberasturi – ¿Quién se atreve?


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

No va a ser fácil que nadie siga la senda de Felipe González y acepte un debate sobre la energía nuclear porque en nuestro país hay temas tabú de los que no habla ni la derecha ni la izquierda y que tienen muy poco éxito en los medios; son temas que están ahí y sobre los que sería más que necesario al menos ese debate que reclama González; no se trata de aprobar o reformar, quitar o poner sino debatir si lo que un día se decidió sigue siendo válido, es necesario o admitiría una reforma, una revisión.

Los temas a los que me refiero son varios y muy diferentes y van desde el de la energía nuclear, cuyo ejemplo no puede seguir siendo el desastre de Chernóbyl porque aquello solo debió ser el ejemplo perverso de lo que no puede ser una central. Ha pasado el tiempo y todo ha cambiado; ¿por qué no estudiar sin apriorismos ideológicos lo bueno y lo malo de la energía nuclear en el Siglo XXI?

La reforma de la Ley electoral es otro tema recurrente, pero que nunca se toca; y no se toca porque tal cual ésta favorece a los partidos mayoritarios y a los nacionalistas, es decir a los que van a gobernar y los que tienen la llave de esa gobernabilidad. A cambio, cualquier intento por regenerar la vida política, de ampliar el paisaje y proyectar ideas nuevas -tan necesarias- resulta titánico y sólo el valor de gentes como Rosa Diez son capaces de encender un poco de luz -a ver por cuánto tiempo- en este túnel anquilosado y tenebroso que controlan los de siempre.

El tercer debate -y este sí que con sólo nombrarlo me van a poner a parir- es la necesidad de revisar el famoso Estado de las Autonomías y las competencias que se han ido delegando, algunas con gran éxito y otras con un estrepitoso fracaso colectivo. Un Estado realmente descentralizado nos gusta a casi todos, pero no puede convertirse en un Estado injusto o desequilibrado para las libertades y los derechos del ciudadano. Hay cosas que un gobierno no puede transferir ni atomizar y se ha demostrado con los hechos. Nadie va a tener el valor de plantear a estas alturas que el café para todos fue un error, pero que nadie lo plantee no quiere decir que no lo fuera. Y lo peor es que los pocos que sí lo dicen están en la extrema derecha, de forma que todos huyen del asunto como de la peste. Y relacionado con esto, la financiación autonómica se ha convertido en un disparate que afecta tanto a las autonomías ricas como a las pobres: ni lo que se acaba de dar a Cataluña tiene lógica en estos tiempos de crisis, ni se puede admitir que el PER haya seguido vigente cuando en este país las cosas no iban mal. Y como consecuencia de todo esto, tres millones de funcionarios que, a la fuerza, sólo pueden frenar el buen funcionamiento de todo.

Quedan muchas cosas, como el tremendo tema del agua, y tantos otros sobre los que se discute mucho y mal, pero no se reflexiona nada. Naturalmente todo esto no se soluciona de la noche a la mañana ni por real decreto, pero sí se pueden ir poniendo los cimientos para que las cosas vayan cambiando y se hagan más acordes con una ciudadanía harta de tanto disparate, de tanto «de esto no se habla» o de «esto lo cambio yo en cuanto llegue al poder». La aspiración es que la alternancia no signifique ruptura, nuevo plan de educación y otras guerras dialécticas. Una vez más sé que escribo instalado en la utopía, pero si no lo hiciera, no me sentiría bien conmigo mismo y eso es hoy lo único que me preocupa.

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