MADRID, 4 (OTR/PRESS)
Un gobierno en minoría es un equilibrio de inteligencia con muchas aristas que manejar a la vez. Ese es el reto de Patxi López que será mucho más fácil si se confirma que el escaño en disputa es finalmente del PSE y no necesita capear el resentimiento de Rosa Diez.
Gobernar apoyando la investidura en el PP tiene riesgos colaterales a no ser que haya un entendimiento de fondo entre los dos partidos en sus relaciones a nivel de toda España en materia autonómica. Si la apuesta de Patxi López es un gobierno para todos los vascos, en donde el PNV no tenga permanentemente el pretexto de que actúan como un frente de respuesta al que ha existido durante los últimos treinta años, el PP tendrá que rebajar su discurso contra el PSOE y el Gobierno de España en todos los temas relacionados con el País Vasco.
Si la política es, en parte, la ocasión de convertir la contrariedad en virtud debiera servir el axioma opuesto: hay demasiadas cosas positivas encima del tapete para que los dos grandes partidos puedan invertir el sentido de sus relaciones institucionales mediante la recuperación de la política. Mariano Rajoy ha consolidado su liderazgo y ahora tiene por delante la pacificación y la catarsis de la corrupción en su partido: una ocasión de oro para centrarlo, porque las manchas de delitos económicos se asientan en territorios del viejo aznarismo en donde están también las mayores resistencias a la estrategia de Rajoy.
Su política de oposición más inteligente, en momentos de crisis económica y cuando se puede producir la alternancia en el País Vasco, podría ser mucho más eficaz en el terreno del entendimiento que en el de la confrontación. Si algo le queda por demostrar a Rajoy es la credibilidad de sus aportaciones positivas. La economía y el País Vasco pueden ser los dos puntales de una rectificación sin claudicación.
