Fernando Jáuregui – Las razones de Urkullu


MADRID, 5 (OTR/PRSS)

Aunque no las comparta, comprendo algunas de las razones que estos días está esgrimiendo el presidente del Partido Nacionalista Vasco, Iñigo Urkullu, en su intento por lograr que Ibarretxe se mantenga como lehendakari y, de paso, que el poder, con todo lo que ello implica, siga en manos de los nacionalistas. Dice Urkullu que Ibarretxe ha sido el más votado, y que, todo sumado, los nacionalistas han tenido más votos que los que hemos dado en llamar «constitucionalistas». Tiene razón en lo primero, y pienso que no en lo segundo; a menos, claro, que se contabilicen como «nacionalistas» los votos nulos preconizados por los simpatizantes de ETA, simpatía que desde luego no envilece al moderado y demócrata Urkullu. Es más: tengo para mí que tanto Urkullu como su predecesor, Josu Jon Imaz, se cuentan entre los peores enemigos de la banda del terror.

La verdad es que las elecciones autonómicas en el País Vasco han demostrado que, aunque sea por un puñado de votos y por dos escaños, los constitucionalistas, es decir, socialistas y populares, han ganado esta vez a los nacionalistas. Lo que ocurra con los violentos es cosa aparte, distinta y distante, de la realidad de ambos bandos y es en ese aspecto, que me temo que Ibarretxe no comprende bien, pero que estoy seguro de que Urkullu sí, donde hemos ganado quienes queremos la absoluta normalización política del País Vasco. Ellos, los malos, no están en el proceso ni en la dialéctica entre las dos concepciones del País Vasco, Euskadi, que ha de ser una dialéctica basada en el debate democrático y en el «que gane el mejor» en las urnas.

Albergo, desde ese punto de vista, grandes esperanzas en que algunas de las pesadillas que han azotado tantos años a nuestro País Vasco empiecen a acabarse. Me parecería lamentable, una vez establecidas esas premisas, que el PNV claudicase ante las presiones de sus más radicales -Ibarretxe es uno de los más destacados_y cediese a la tentación de «echarse al monte», como nos dicen, veladamente, algunos portavoces peneuvistas. Ello acabaría con la esperanza de una Euskadi construyendo en concordia, y no en la eterna confrontación, su futuro. Y sin los mal llamados «radicales» o «abertzales» -cuando se quiere decir, en realidad, «los violentos»_interfiriendo en el proceso.

En el País Vasco hay sitio para todos y margen para la alternancia democrática. Es el momento ideal para que el PNV y los vascos en general superen la tutela asfixiante de ETA. Ojalá que concepciones arcaicas, egoísmos modernos -es mucho lo que se reparte teniendo el poder y mucho lo que se pierde no teniéndolo_ y estupideces consolidadas no maten el proceso cuando acaba de iniciarse. No sería, ay, la primera vez.

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