Fernando Jáuregui – La semana política que empieza – Este país no está para muchas fiestas


MADRID, 8 (OTR/PRESS)

El país no está para fiestas ni para conmemoraciones triunfalistas. Así lo pensaron los dirigentes socialistas que decidieron aplazar «sine die» el acto multitudinario que pensaban realizar en Andalucía para festejar el primer aniversario de la última victoria electoral del PSOE y, al tiempo, el quinto aniversario de la llegada al poder, vía urnas, de Zapatero.

No soy demasiado amigo de comentar ni estas conmemoraciones ni esos días, como el de la Mujer Trabajadora, instalados en el calendario para tratar de sacar del olvido injusticias históricas; pero lo cierto es que, en estas horas, ambas cosas han coincidido: Zapatero sacando a la palestra a la hasta ahora olvidada ministra de Igualdad, Bibiana Aído, para apoyar «su» reforma de la legislación sobre el aborto, precisamente en la víspera de la jornada dedicada a la mujer y dos días antes de que se cumpla, este lunes, el año exacto en el que, por segunda vez, ganó las elecciones.

Tengo para mí que Zapatero comprende que no puede salir ahora a escena para pronunciar un discurso al uso, tan poco autocrítico como los que se le conocen, con la que está cayendo. Sobre todo, una crisis económica que es internacional, pero también preocupantemente nacional, y para la que no se encuentran soluciones ilusionantes que generen la necesaria confianza de los españoles. Pero también una cierta crisis moral, con el estallido de tantos casos de presunta corrupción, en el PP más, es cierto, pero también algunos en el campo propio de los socialistas.

E igualmente estamos ante una crisis social de incalculables consecuencias: ruptura de cualquier pacto social -ahí anda el sindicalista Toxo preparando una huelga general «a la francesa»-, ruptura del pacto por la justicia -ahí están los jueces haciendo nada menos que una huelga declarada ilegal por sus jefes del Consejo-, inquietudes en los cuerpos de Seguridad que les va a llevar próximamente a otra gran manifestación contra el ministro que mayor prestigio atesora en el gabinete de ZP, es decir, Alfredo Pérez Rubalcaba.

Y, encima, una cierta quiebra del Estado autonómico, palpable cada día sin necesidad de que los independistas catalanes tengan que «tomar» las calles de Bruselas o de que Urkullu nos avise con que su partido se siente víctima de un «golpe institucional» simplemente porque los socialistas y los «populares» se unen para relevar a los nacionalistas en el sillón de Ajuria Enea. Y, por si todo ello fuera poco, ahí tenemos la constatación de que hay elementos en la Constitución que deben ser urgentemente reformados; quizá no sea una exigencia popularmente sentida (aún), pero todo el mundo comprende los peligros de mantener algunos artículos de nuestra ley fundamental que están claramente alejados, ya, de la realidad.

Claro que, con todos estos ingredientes, un Zapatero que es consciente de la situación, pero que no relaja su indestructiblemente optimismo, no puede salir a decir obviedades cuando, este lunes, sople la vela del primer cumpleaños de su «nuevo» gobierno, que ya está haciendo agua desde hace meses. Aseguran que el presidente tiene la intención de no cambiar a ministro/a alguno/a -ahí está su apoyo a la señora Aído- al menos hasta que pueda anunciar la remodelación en el debate sobre el estado de la nación, allá por finales de junio o comienzos de julio, que es el mes en el que tradicionalmente se hacen las crisis.

Y menos aún, aseguran, tiene la intención de dar pasos trascendentales, como invitar a la oposición a formar parte de su gobierno, una gran coalición que le piden no pocos sectores. Zapatero, que tiene sus propios análisis y asesores que él piensa que nunca le han fallado, juzga que tiene reservas suficientes para aguantar hasta los albores del verano.

Puede, eso sí, que llame a Mariano Rajoy un día de estos, se vea con él en La Moncloa y le proponga algunos pactos puntuales, que Rajoy no tendrá, seguramente, más remedio que aceptar. Pero eso ¿va a bastar para hacer frente a todo lo que viene? ¿Bastará con el oxígeno del no suscrito pacto en el País Vasco para insuflar vida a la política oficial? Y, sobre todo, ¿se puede seguir en medio de este silencio opresivo, en el que los principales líderes españoles, en el Gobierno y en la oposición, se pasan el día entero echando balones fuera, sin una verdadera comunicación con los ciudadanos?

Me parece, por muchas razones, que el debate sobre el estado de la nación debería adelantarse, quizá para antes, bastante antes, de la celebración de las elecciones europeas, que es el siguiente listón que ahora quieren hacer saltar a Mariano Rajoy para consolidarse como líder de un partido en el que, curioso pero cierto, se ha quedado solo en la cúspide: ¿quién iba ahora a disputarle el puesto? Y en el otro campo, ¿quién iba a disputarle ahora el cetro a Zapatero? Pues eso: que pudiera ser que los dos hombres que mayor poder político acumulan en este país debiesen unir sus esfuerzos para dar sentido a los deseos del país.

Pero si lo dice -claro que en defensa de sus intereses, es decir, que Ibarretxe siga en la lehendakaritza- hasta Urkullu, el líder del PNV, en una entrevista dominical: «si PSOE y PP son capaces, que pacten en España». ¿Son capaces?

FERNANDO JAUREGUI

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