Andrés Aberasturi – Arrimar el hombro, pero ¿a qué?


MADRID, 9 (OTR/PRESS)

Como no podía ser de otra manera, Gobierno y PSOE valoran de forma diametralmente opuesta al PP el primer año de mandato de esta segunda legislatura de Zapatero. Es lógico y nadie podría esperar otra cosa. Pero si puede ser incluso posible -no estoy seguro- que los discursos que nos llegan del partido en el poder hayan moderado un pelín su optimismo endémico, su triunfalismo desmesurado. Las cifras están ahí y los augurios son cada vez peores. Por eso tal vez han decidido hablar de la crisis en tono más prudente para poner el énfasis en las medidas sociales que favorecen a los más necesitados y en los ataques a la oposición a la que acusan de no arrimar el hombro.

Pero esto son palabras. Una vez más ni la opinión publicada, ni la del Gobierno, ni la oposición, conectan con el sentir de la calle. Porque por mucho que digan, las medidas que ha ido anunciando a bombo y platillo el Gobierno, no llegan a los particulares y cada vez que el dueño de una Pyme ve el anuncio del ICO, se le revuelven las tripas porque los tres bancos a los que ha acudido no le han hecho ni puñetero caso. Y eso cabrea: que te vendan como un hecho lo que luego no existe y que anuncien unas cifras de paro que tienen que corregir cuando no ha pasado un mes.

Y en esta situación, parece que el Gobierno se ha empezado a dar cuenta de que mejor callar que airear lo que luego no pasa. Y tal vez por eso arremete contra el PP por no «arrimar el hombro», una frase que se ha convertido en consigna para todo responsable socialista frente a un micrófono. El PP ni arrima el hombro ni pone sobre la mesa una sola medida. Ese es el lema y lo repiten hasta la saciedad. La pregunta es: ¿con o sin razón?

Pues a medias. Porque si yo fuera el PP tampoco arrimaría el hombro al del ministro Sebastián y su oferta de bombillas, ni al cheque regalo de los famosos 400 euros ni a medidas que son pan para hoy y problemas para mañana. Una cosa es arrimar el hombro y otra hacerse cómplice de medidas con las que no se está de acuerdo. Pero dicho esto, es verdad que las recetas del PP no han sido muchas ni excesivamente seguras: bajar impuestos y rebajar el despido -que son los ejes de su programa para-tiempos-de-crisis, no parece que a corto plazo pueda ser efectivo y a medio, aun está por ver.

Pero cuando se nos acusa de cargar las tintas sobre el Gobierno, es porque muchos entendemos que la oposición debe ofrecer alternativas pero quien tiene que gobernar es quien tiene que gobernar. Y este ha sido uno de los años más raros de un Gobierno desde la transición; los ha habido difíciles, dramáticos, de gran éxito e incluso de sonoros fracasos, pero nunca había pasado un año entero tan estático, tan anodino, tan desorientado como se le ha visto desde la calle a este año de ZP. El presidente ha logrado transformar su mandato en una suerte de presidencialismo impropio y parece que ningún ministro pinta demasiado. Un año como este, sobreviviendo a una crisis tan profunda, tendría que haber sido de todo menos aburrido. Y lo ha sido. Cacería aparte, el Congreso apenas si se reúne para nada porque nada tiene que hacer y nada hace sospechar que puedan pasar grandes cosas. Pero si no pasan ahora que vamos hacia los cuatro millones de parados ¿cuándo va a pasar?. El problema no es arrimar el hombro o no; el problema es que no sabemos a dónde o a qué hay que arrimarlo.

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