Consuelo Sánchez-Vicente – Sí que pasa, ministra


MADRID, 8 (OTR/PRESS)

Me temo mucho que el gobierno ha vuelto a darle otra vuelta a la tuerca de la demagogia feminista barata no sé si a modo de nueva bolsa de tinta de calamar sobre la crisis, al situar el debate sobre la nueva ley del aborto en el frontispicio del Día de la Mujer. Me lo temo en primer lugar porque no es este un tema que admita tanta frivolidad como estamos oyendo a la ministra de Igualdad, Bibiana Aído, sobre el aspecto más controvertido de la cuestión –establecer la «mayoría de edad» para abortar a los dieciséis años –sin ofender fibras muy intimas de cualquier ser humano–. Y en segundo lugar, porque, con un millón y medio de paradas como ha dejado ya en nuestro país esta crisis a la que nadie se atreve a ponerle el final y los puestos de trabajo de muchas que aún tienen la suerte de tenerlos precarizándose a marchas forzadas, no parece que el aborto sea la prioridad del debate sobre la igualdad

Defender, con los «argumentos» que maneja la señora Aído, que a partir de los 16 años una menor no necesite el permiso de sus padres para abortar, lleva aparejado que el Estado contribuya decisivamente a que quienes tienen la tutela legal y la patria potestad de las chicas de dieciséis años, o sea sus padres, ignoren el hecho más que relevante de que su hija está embarazada, cuando sólo si llegan a saberlo podrían cumplir con su obligación como padres de aconsejar primero y apoyar después a esa hija menor para que aborte o para que no aborte, que esa es otra cuestión, pero no sola sino con el respaldo afectivo y efectivo, emocional y material, de sus progenitores, que en los momentos difíciles de la vida de un joven o de una joven es fundamental, y hay pocas decisiones más duras para una mujer de cualquier edad que la de interrumpir voluntariamente su embarazo, caramba. O que dejen una huella psicológica más honda.

Hay otra razón igual de seria para no frivolizar con la rebaja de la edad para «emanciparse» ante el aborto de nuestras hijas de dieciséis años –porque estamos hablando de nuestras hijas, no de marcianas– presentado en plan «no pasa nada» como hace doña Bibiana, se transmite una impresión de «únete al club» totalmente contraproducente. No está invitando a un «picnic» sino hablando de una tragedia, debería recordarlo. El aborto siempre es una tragedia, no un método anticonceptivo más. La tasa de embarazos adolescentes no deseados de nuestro país es tercermundista, y el remedio no es más aborto sino más educación, proporcionar a los jóvenes una buena educación emocional y sexual –por este orden– en casa y en la escuela (también por este orden).

Consuelo Sánchez-Vicente

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