Victoria Lafora – Toque a rebato.


MADRID, 11 (OTR/PRESS)

Mal deben andar las cosas por Valencia cuando el PP necesita forzar un acto, cualitativa y cuantitativamente importante, de ¿apoyo, desagravio, exaltación? a la figura del presidente Camps. Algo que ya se hizo con Mariano Rajoy, sugerido también por esa bruñidora de imágenes en que se está convirtiendo la alcaldesa de Valencia Rita Barberá.

¿Es necesaria tanta parafernalia y tanto fuego de artificio para poner de manifiesto algo tan sencillo como que Camps se paga su propia ropa? Y es que resulta, cuando menos excesivo, reunir a tan altos ejecutivos de la política y de la empresa en el Casino de Madrid para contarles con una sonrisa forzada que -«Yo me pago mis trajes»- cuando con una mínima y sencilla factura que lo acredite quedaría desmontada tan perversa acusación.

Y es que para el PP eso es lo de menos. Los trajes de Camps, los sobornos, los escándalos de corrupción son, en definitiva, «peccata minuta», algo pasajero, inconsistente, sin efectos electorales, que es lo que importa como se viene demostrando, elección tras elección, con las mayorías absolutas que logran candidatos imputados en causas diversas. Lo que importa realmente al PP, porque eso sí lo castiga su electorado, es la desunión, los enfrentamientos propios, las puñaladas por la espalda, el fuego amigo De aquí que se finiquiten apresuradamente las molestas comisiones de investigación o se toque a rebato para arropar -«todos juntos en unión»- a cualquiera de sus miembros en peligro.

¿A cualquiera de sus miembros? No, no a cualquiera. Sólo a quienes realmente puedan hacer mucho daño si se sienten abandonados, traicionados, dejados caer de la mano cálida y protectora del Partido. A los importantes, a los cooperantes, a los elegantes. Esos que sí saben demasiado sobre todo y tienen capacidad de revolverse y luchar. Porque aunque los temas de corrupción aún no les han hecho daño electoralmente siempre existe el temor de esa gota que haga rebosar el vaso. Sobre todo cuando la gota en cuestión pueda convertirse en un auténtico y devastador tsunami.

Y entre esas figuras preeminentes, peligrosas, con un desparpajo a prueba de bombas está Esperanza Aguirre. Se sumó impertérrita al coro de socorristas de Camps y debió aprovechar el acto para mandar algún mensaje porque parece que «su» partido no reabrirá la investigación interna sobre el vergonzoso espionaje al que se dedicaron sus fieles.

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