Fernando Jáuregui – Un país loco, loco, loco…


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

Los diarios, los noticieros de radio y de televisión, al fin y al cabo limitados en su espacio, no ofrecen, entiendo, una panorámica lo suficientemente completa de lo que algún periódico titulaba este viernes «Un país políticamente desquiciado». Y, si no fuese por las citadas razones de espacio, acaso podría haber añadido: «…y económicamente arruinado».

Claro que esas limitaciones son también mis limitaciones como periodista: voy apilando noticias, comentarios, trato de agrupar cosas y, más que un artículo, esto amenaza convertirse en un ensayo, tal es la magnitud de la bola de nieve que se cierne sobre nuestras cabezas.

La lista, a botepronto, es impresionante. Casos de presunta corrupción que se destapan y partidos que denuncian a los jueces; la vicepresidenta (a cuyo cargo parece que aspiran otros), abronca a los subsecretarios ante la crisis económica; la Asamblea de Madrid, en llamas, se queda vacía como protesta ante la fantasmal «comisión de investigación del espionaje» cortocircuitada por una Esperanza Aguirre obviamente preocupada ante lo que pasa en su Comunidad y en su partido; los socialistas madrileños se enfrentan a su ejecutiva federal boicoteando los actos de homenaje a las víctimas del 11-m porque los organizó Aguirre; el PNV amenaza con «echarse al monte» ante la probabilidad de perder Ajuria Enea…

Sigo: los medios -algunos medios_ publican dossieres con intencionalidad política (o sea, poner y deponer gobiernos, véase el tratamiento del «caso Ana Mato», en el que, disparando contra ella, se quiere acertar en la frente de Rajoy); IU y CC.OO plantean una posible huelga general, mientras la patronal rompe el diálogo social; los inmigrantes denuncian redadas racistas, y los estudiantes se lanzan a la calle contra el «plan Bolonia»…

Pero continúo. Muchas tiendas se venden o traspasan; los autónomos se quedan sin autonomía y sin trabajo; la guerra «política» en las cajas llega a los titulares. Y ¿cuántos parados más habrá en las estadísticas de marzo?

Y aún más. Lo de Baltasar Garzón, y la huelga de jueces, y el atasco de casos pendientes en los juzgados, que va pesando sobre la credibilidad de los españoles en la justicia.

Nunca he querido pintar escenarios catastrofistas, como tantas veces hicieron algunos en la pasada Legislatura –y ahora, tras un cierto paréntesis, vuelven a hacerlo–. Pero la situación en el Ejecutivo -y en la oposición, claro_ es verdaderamente preocupante, de una cierta parálisis; el Parlamento sigue como de vacaciones, sin proyectos de ley que llevarse a la boca, sin debates interesantes o importantes a la vista; el judicial ya se sabe, y el «cuarto poder»…¡ay, el cuarto poder, que ahora corre el riesgo de ser el más frágil de los poderes!

Pero, desde luego, no cabe bajarse de este autobús, que es nuestro autobús, por muy perdido que tenga, al menos así lo parece, el rumbo. Hay que arreglar lo que se pueda, y seguro que mucho, o bastante, se puede hacer. La pelota está, pienso, más en el alero del Ejecutivo que en otros prados. Si Zapatero cree que así podemos llegar hasta después de las elecciones europeas de junio, para entonces organizar un aseado debate parlamentario sobre el estado de la nación, cambiar un par de ministros y tender una mano al Partido Popular -que, se supone, para entonces habrá salido del marasmo interno en el que incluso algunos militantes «disidentes» de la línea Rajoy, y la propia corrupción de algunos, lo quieren sumir_, pero solamente en cuestiones puntuales, se equivoca.

Un mes más a razón de ciento cincuenta mil parados -aunque dicen que esa cifra disminuirá «algo», quiéralo Dios_lo descabalaría todo. Así, ni las esperadísimas vacaciones de Semana Santa, ni el paraíso de Doñana, van a conceder respiro a un Zapatero cuyas ojeras muestran su grado de preocupación, lógico, pero que no evidencia signos de grandes arrancadas ni de ideas verdaderamente revolucionarias.

He hablado mucho de la necesidad de un pacto nacional en el terreno laboral, en el económico y en el político. Es decir, algo que sea lo más cercano posible a esa gran coalición que algunos sugeríamos como posible salida ya hace un año, cuando las elecciones: un pacto global que afronte los enormes retos y peligros por los que hemos de transitar y que vemos que un gobierno en solitario no puede ya afrontar, posiblemente no por su entera culpa.

Con parches no se curan las grandes heridas ni las aspirinas sirven para el cáncer. Claro que «esto», todo lo enumerado -y lo que me he dejado en el tintero…_, tiene cura, a nivel internacional y en el nacional. Pero hace falta un equipo completo, no solamente sanitarios de urgencia improvisando los diagnósticos y las soluciones. Ha llegado el momento de las grandes soluciones y eso exige un coraje que al presidente le suponemos, un sentido común que al jefe de la oposición le adivinamos, una experiencia que a los equipos de los partidos, de la patronal, de los sindicatos, de los bancos, de la Universidad, les deseamos.

Es la hora de los mejores y de las soluciones de alto vuelo, no del paso rasante y alicorto. Los españoles empobrecidos, atemorizados, desconcertados, esperamos iniciativas decisivas, trascendentes. Esperamos mucho de aquellos que nos representan. Al menos, esperamos que sean conscientes de la situación que atravesamos, que muchos españoles atraviesan. ¿Lo son?

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