MADRID, 13 (OTR/PRESS)
Poco a poco, y no sin dificultades incluso de expresión, el PNV avanza en la idea de que tiene perdido el poder y que el palacete de Ajuria Enea deberá cederlo a Patxi López por virtud del acuerdo que parecen a punto de firmar socialistas y populares de Euskadi. El acuerdo está alcanzado pero falta concretarlo, se supone que en algunos folios del discurso de investidura del futuro lehendakari, o acaso también en un programa de gobierno. Después de la semana de consultas de Urkullu con los restantes partidos vascos, ha hecho otro tanto el líder socialista, que incluso podría sumar algunos votos más a los pactados con el PP para desbancar al PNV del Gobierno.
En ese propósito de desplazamiento o descabalgamiento del PNV se hace preciso mencionar la declaración que este jueves hacía el todavía lehendakari Ibarretxe: el PNV va a seguir dirigiendo este país, sea desde donde sea. Que nadie tenga ninguna duda de que esto va a ser así. La sensación de Euskadi como propiedad histórica del PNV no se quita fácilmente ni en unas pocas semanas… Y abundó en su creencia: si alguien tiene que liderar este país, porque así lo ha dicho la sociedad, es el PNV y a partir del PNV se puede formalizar una alianza estratégica fuerte y por eso propusimos un gobierno de coalición al PSE de López, explicó también Ibarretxe. Ahora se ha sabido que el PNV llegó a hacer una postrera gestión directa con Zapatero para impedir lo que ya parece inevitable, la colaboración de PSE y PP. Zapatero había respondido que «hay que saber estar en la oposición».
En cuanto al acuerdo en el que vienen avanzando socialistas y populares, estos últimos ven margen para firmar un escrito. Eso sí, con la grandeza que reclama Mariano Rajoy, pero también con la suspicacia de quienes no descartan que, andando el tiempo, los socialistas pudieran defraudar y pactar cosas diferentes con «los propietarios expulsados del paraíso», los peneuvistas. Los populares insisten en que habrá que ver paso a paso si los socialistas confirman su disposición a romper de forma definitiva con el PNV, su última desconfianza. Se recuerda a menudo que el PSOE ha contado con el apoyo del PNV en el Congreso de los Diputados para, por ejemplo, salvar la votación de los Presupuestos Generales del Estado. Y se está comprobando la dificultad de hallarle alternativa a esta situación. De momento, los convergentes catalanes se muestran remisos y poco disponibles para hacer esa clase de favores, mientras en Cataluña el socialista Montilla gobierna con sus enemigos de ERC e IU-ICV…
¿Cuál será la fórmula de entendimiento de socialistas y populares? De momento, no se descarta nada, ni siquiera la coalición de Gobierno, aunque Patxi López insistió ya en la campaña en gobernar en solitario, con consejeros socialistas e independientes, y con apoyos externos del PP. López insiste en este mismo deseo de confirmar un gobierno monocolor que dispondría de los apoyos del PP de Basagoiti… Los populares observan que «hay cosas en las que compartimos el enfoque y los objetivos, y otras en las que no hemos visto un compromiso igual de firme». Se cuenta en medios políticos que empresarios cercanos al PNV intentan convencer al PP de incorporarse a un gobierno estable de centro derecha. Pero todo eso es lo que debe aclarar «el papel» que ambas partes discutirán y deberían firmar… De momento, sólo se han establecido las bases para avanzar hacia un acuerdo estable y fuerte. Ahora deberá elaborarse ese acuerdo y no parece que la tarea vaya a resultar sencilla, por buena voluntad que exista entre ambas partes para proceder tanto al compromiso de ambas partes como para «extraer del poder» al PNV…
La gran duda: ¿se puede simultanear una oposición a cara de perro en Madrid y una colaboración fluida e incluso generosa por ambas partes en Euskadi? El experimento está listo para afrontarse, pero las dudas persisten: ¿Qué predominará, el deseo de cambio en Euskadi o los deseos de «tumbar» a cualquier costa y precio y en todas las esquinas del país al enemigo socialista?
