MADRID, 13 (OTR/PRESS)
El presidente no quiere que se hable de crisis en el Gobierno y ha mandado callar a los suyos. Cree, con razón, que cuanto más se hable de crisis más se deteriora la imagen del Gobierno. Además, le pasa lo mismo que a sus antecesores en la Presidencia del Gobierno: le fastidia que los periodistas nos metamos en lo que sólo a él le concierne, que es hacer cambios en su Gobierno.
El caso es que antes se hablaba de crisis en voz alta y ahora los suyos hablan de crisis en voz baja y con mucho secretismo, pero sin perder ojo de cuanto hace el presidente en las sesiones parlamentarias.
Que Zapatero sonríe un minuto más de la cuenta a José Antonio Alonso, entonces unos sacan la conclusión de que Alonso vuelve a tener cara de ministro. Que se le nota la sonrisa forzada cuando departe con María Teresa Fernández de la Vega o Pedro Solbes, entonces otros concluyen que les queda poco tiempo en el Gabinete.
Los que presumen de conocerle aseguran que el presidente ya tiene en la cabeza a quienes va a despedir dándoles las gracias por los servicios prestados y quienes son los que van a sustituir a los cesantes. También aseguran que Zapatero es muy dado a las sorpresas y que seguro va a sorprender a más de uno con la composición de su gobierno remodelado.
Lo cierto es que le guste o no al presidente, en estos días en su partido no se deja de hablar de crisis, conscientes como son que este Gabinete está quemado. Sólo nos queda esperar a ver qué se le habrá ocurrido al presidente Zapatero en ésta ocasión. Esperemos, por el bien de nuestro país, que en esta ocasión acierte.