Crisis económica y elecciones europeas


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

Quizá esta crisis además de inevitable era necesaria; decir esto encima de la tragedia humana del paro de tantos millones de personas puede sonar a frivolidad, pero se puede y se debe hacer desde el respeto y la preocupación por todos y cada uno de esos parados, y desde la vocación de colaborar en que esta situación sirva para modificar las estructuras que han hecho posible este desastre.

Esa va a ser la tónica de la campaña electoral del PSOE en las elecciones europeas: el modelo socioeconómico socialdemócrata en contraposición del que el PP por su propia naturaleza ha hecho y sigue haciendo como su bandera. La argumentación no es muy complicada: ¿podemos confiar en las mismas recetas que han provocado el colapso como metodología para salir de él y para gobernar los sistemas socioeconómicos del futuro?

Lo ocurrido no es el resultado sólo de la acción de unos golfos o unos irresponsables. Es consecuencia de un sistema construido desde la convicción de que, una vez desaparecido el Muro de Berlín y el socialismo real, las democracias no necesitaban mecanismos de compensación para contentar a los sectores más desfavorecidos de la sociedad y evitar su radicalización. La ausencia de la izquierda, acomplejada y arrinconada por la soberbia de los neoliberales, ha dejado el mundo sin controles políticos sobre la economía y ha permitido que las empresas prescindan de su responsabilidad social cambiando la ética del reparto y la corresponsabilidad por la justificación de beneficio sin cortapisas.

Si se cumplen estas previsiones, el PSOE y el Gobierno correrán algunos riesgos porque tendrán que concentrar sus mensajes, sus estrategias y sus esfuerzos en su electorado natural abandonado la pretensión de que la socialdemocracia puede contentar por igual a los débiles y a los poderosos. Pero es una batalla apasionante y además el factor de diferencia necesario para que la sociedad tenga que elegir entre seguir con el modelo neocon injusto o modificar las posiciones hacia la recuperación de los valores de la socialdemocracia.

Recuperar el prestigio del estado es capital en estas pretensiones. Evitar los controles públicos y convencer a la ciudadanía de que las iniciativas privadas, las bajadas de impuestos para las rentas más altas y el control abusivo de los ejecutivos sobre las empresas han sido los mimbres de esta catástrofe inducida para que la riqueza se quedara en unas pocas manos, que ni siquiera estaban vinculadas a la propiedad; sencillamente la succionaban por un sistema de cooptación de élites que decidían como retribuirse con millones a costa de sujetar los salarios de la base de la pirámide. El gancho de este timo era que los accionistas serían recompensados con grandes revalorizaciones.

Estos comportamientos obscenos que habían sido permitidos desde la ecuación de que bien merecía pagar esos sobre sueldos porque el talento de quienes los recibían generaba mucha riqueza, se ha desmoronado con la gran crisis. Pero además, al seguirse adjudicando primas escandalosas después de la debacle y de haber recibido fondos públicos, algunas empresas como AIG han hecho saltar los plomos de la sociedad indignada.

El siguiente paso es una campaña política en la que el PSOE e Izquierda Unida pasen a la ofensiva ideológica sin complejos: hay que revisar la política fiscal, volver a castigar las rentas retributivas abusivas e, incluso, fijar topes para los abanicos salariales que no permitan los despropósitos que estamos conociendo. La apuesta por una educación pública de calidad y la reactivación de los sindicatos debieran ser soporte de esa renovación ética de la política donde el estado vuelva a ser un elemento de garantía en la redistribución de la riqueza.

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