MADRID, 15 (OTR/PRESS)
Obligado por la crisis económica a cambiar el Gobierno cuando sólo llevaba un año de recorrido, el otro gran problema al que se enfrenta Rodríguez Zapatero es el de la precariedad parlamentaria del PSOE.
Tres años en minoría en el Congreso con cien leyes en lista de espera -entre otras, las de los presupuestos anuales-, anuncian un calvario político. Sobre todo desde que esa precariedad se ha tornado en orfandad al repudiar el PNV todo contacto con los socialistas en razón del acuerdo alcanzado entre PSOE y PP para llevar a Patxi López a Ajuria Enea.
El inopinado abrazo entre la izquierda y la derecha para acabar con el régimen nacionalista en Euskadi cuenta con el apoyo de Zapatero, pero no destila entusiasmo. Se nota que es virtud nacida de la necesidad tras sopesar la reacción política que hubiera desencadenado aceptar el pacto que les ofrecía Ibarretxe. El PSOE al que ayer mismo el vicepresidente Chaves definía como un «partido transversal» se siente más cómodo pactando con los nacionalistas periféricos que con el PP que también es nacionalista, pero en la acepción españolista del término.
El PSOE necesita 176 votos para sacar adelante sus proyectos en los tres años que quedan de legislatura y los siete que le faltan Zapatero los está buscando en la micronesia de la izquierda parlamentaria. El precio será alto: un giro a la izquierda en la política del Gobierno. El que vienen reclamando desde sus solitarios escaños Ridao y Llamazares. A veces, el tamaño no importa. Lo que cuenta es el apremio del otro.
