MADRID, 15 (OTR/PRESS)
Se llegaron a producir un cierto jolgorio y risas después de que varios miembros del Gobierno, empezando por Zapatero y Elena Salgado, y continuando por Trinidad Jiménez, hicieran referencia, en las últimas horas, a la necesidad de aumentar el ritmo de las medidas y la velocidad de las decisiones para acelerar la salida de la crisis.
Cambio de ritmo y de prioridades, es, de algún modo, la explicación que vino a dar Zapatero a la remodelación efectuada la semana pasada, cuando explicó que «si estamos en una situación de urgencia, también se tiene que imprimir urgencia a las decisiones». Y de ahí las reuniones de Elena Salgado, José Blanco y otros cargos del Gobierno para acelerar las licitaciones a las obras de infraestructura. A partir de esa aceleración de decisiones, el presidente insistió en la necesidad de agotar las posibilidades de diálogo con empresarios y sindicatos, con las comunidades autónomas, con las fuerzas políticas en el Parlamento…, hasta donde se pueda, dijo, y sin perder la identidad del proyecto socialista. Tales fueron las recomendaciones del líder socialista a sus compañeros parlamentarios.
El presidente se ve en la necesidad de acelerar esas decisiones, en primer lugar, porque no se terminan de ver los efectos de las decisiones adoptadas por su Gobierno para salir de la crisis económica y financiera, frente a otros escenarios en los que ya parecen advertirse mejoras, incluidos algunos países europeos, y por supuesto, los Estados Unidos. Particularmente, llama la atención Zapatero a los agentes sociales, de quienes él mismo había esperado notables avances y de los que nada se ha obtenido, pese a los sucesivos intentos de que patronal y sindicatos avanzaran en alguna decisión creadora de empleo.
Zapatero tiene que atender unos cuantos frentes, junto con este del diálogo social: las elecciones al Parlamento Europeo le han forzado a prescindir en el Congreso de un veterano de extraordinaria valía, Ramón Jáuregui, de quien se cuenta que se vio sorprendido por la noticia aparecida en los periódicos. Hoy Jáuregui explica en ABC: «Me lo comunicó Blanco el viernes, acepté y no creí necesario volver de vacaciones», dice el hasta ahora número dos del PSOE en el Congreso, parece que visiblemente molesto por las formas empleadas…
Para sucederle en la gestión de una muy complicada situación en las votaciones del Congreso, el PSOE recurre a Eduardo Madina, diputado vasco, víctima de un atentado etarra, y con demostradas habilidades para la política, pese a su juventud. Otra urgente necesidad es la de resolver la cuestión de la financiación autonómica: Montilla vuelve a apretar en plazos y en el nivel de exigencias, mientras el nuevo Gobierno gallego de Núñez Feijoo expresa su discrepancia con los criterios que se han venido aplicando. Tiene también ante sí el presidente y el PSOE la estrategia del PP de ir reduciendo espacio al PSOE gobernante.
Las declaraciones de Rajoy son cada vez más severas y más críticas hacia «el capitán» del Gobierno y sus actuaciones. Rajoy se propone ahora sacar adelante su plan de doce reformas y, para ello, buscará el apoyo de los nacionalistas catalanes y vascos, CiU y PNV, abiertamente en desacuerdo con los socialistas gobernantes. Rajoy tanteará a todos los grupos para que las Cortes avalen su plan e intentará utilizarlo para dejar en evidencia la soledad del Gobierno socialista. De este modo, al PSOE no parece quedarle más remedio que echarse en brazos de los restantes grupos del Parlamento, la izquierda de ERC, IU, BNG… Y por ahí parece que irán los primeros proyectos que el PSOE remitirá al Congreso para su debate y aprobación. Con la financiación autonómica, llevará la nueva ley del aborto, la ley de libertad religiosa y mantendrá la política social, todas cuestiones que pudieran obtener el apoyo de esa izquierda que se ve precisada a cultivar el PSOE en esta fase crítica.
Definitivamente, estamos en el comienzo de una etapa política nueva…
