Fermín Bocos – Retrasar la jubilación.


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

Cuando no hay harina, todo es mohína. Y, en eso estamos en relación con las jubilaciones y las pensiones. El empobrecimiento general que apareja la crisis económica y los cuatro millones de parados son el origen de no pocas cábalas acerca del futuro de las pensiones. La más inquietante de todas lleva la firma de Miguel Angel Fernández Ordóñez, Gobernador del Banco de España.

Según ha dicho -y de ahí viene el frío que nos ha dejado a todos helados-, sí no cambia el signo de la crisis, en doce meses podría evaporarse el superavit del Estado. Con todo lo que eso supondría de falta de colchón para hacer frente al gasto social. De ahí nace una reflexión que apunta hacia un posible cambio en el actual modelo de cotizaciones, el que da derecho a percibir una pensión cuando el trabajador se jubila.

José Blanco, flamante ministro de Fomento, apunta en esa dirección: no le parecería mal alargar en dos o tres años la edad de jubilación. Ahora, como se sabe, es a los 65. Antes que él, Celestino Corbacho, ministro de Trabajo, repudiaba las jubilaciones anticipadas por entender que eran insolidarias -amén de gravosas para el sistema de la Seguridad Social-. Venía a decir, y no le faltaba razón, que una jubilación a los 48, 50 ó 52 años, era un escándalo.

En épocas de vacas gordas se hacen cosas que no se sostienen cuando se acaba el trigo. Y en eso estamos. Cuando oímos hablar de alargar el tiempo hasta llegar la jubilación, es decir ampliar el período de cotizaciones, que da derecho a percibir pensión, quiere decir que andamos mal; que en la caja empieza a clarear el fondo. Si las cosas siguen así, algo habrá que hacer y mucho me temo que no será del gusto de todos.

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