MADRID, 17 (OTR/PRESS)
No hay nada peor que mentar la soga en casa del ahorcado. ¡Vaya la que ha liado el Gobernador del Banco de España tras calarse las gafas de ver de lejos y avisar de lo que podría pasar con las pensiones sí la crisis no remite. ¡Han salido contra él en tromba¡ Desde la filas del Gobierno y desde los despachos de los sindicatos.
El primero, Celestino Corbacho, ministro de Trabajo. Espera -ha dicho- que sea la «última vez» que el Gobernador juega con la intranquilidad de ocho millones de personas. Insólito. Desde los lejanos tiempos en los que Mariano Rubio era ya ángel caído, no recordábamos una embestida de semejante calado contra un Gobernador-autoridad monetaria autónoma.
Sólo el estado de nervios en el que están instalados los miembros del Ejecutivo, por obra de la dramática situación de la economía, podría explicar la andanada. Disculpable, en el caso de Cándido Méndez y Fernández Toxo (son sindicalistas, tienen que enseñar los dientes) pero, no en el caso de un ministro que sabe que el Banco de España tiene la mejor oficina de análisis económico del país y que, en consecuencia, lo que pueda decir el Gobernador se apoya en datos reales, en el análisis de las tendencias, no en fraseología política para salir del paso o intentar ganar unas elecciones negando la crisis a la manera como lo hicieron hace ahora un año Zapatero y el destituido Solbes.
A Miguel Angel Fernández Ordóñez le está pasando lo que a Casandra, aquella princesa troyana a la que nadie quería escuchar cuando hablaba de un sueño en el que decía haber visto a un pelotón de soldados aqueos descendiendo del vientre de un caballo gigante.
