Francisco Muro de Iscar – Periodista.


MADRID, 23 (OTR/PRESS)

Hay periodistas importantes que lo son y otros que lo parecen. Hay periodistas que están todos los días en los informativos de la Televisión, en las tertulias de los medios de comunicación, que escriben columnas en los periódicos más leídos, y periodistas de a pie. Desde hace algunos años, hay, además, comunicadores que hacen llegar a los medios, a los lectores en definitiva, la información de instituciones y empresas. Hasta hace poco, incluso ahora, muchos han querido establecer una barrera entre quienes hacen información y quienes «informan», como si estar en un medio diera el carné de independencia absoluta y estar en una empresa, en una institución llevara la lacra de tener intereses perversos. Todos estamos en el mismo barco y la independencia de los medios, dicho sea con todo respeto, es una leyenda como la de las quince mil vírgenes. Además, los lectores, los españoles al menos, no quieren periódicos independientes sino medios que reafirmen lo que ellos piensan. Y muchos directores de periódicos, especialmente en estos últimos años, no parecen estar, como se presupone, al servicio de sus lectores, sino que tratan de que sus lectores, políticos incluidos, se pongan al servicio de sus ideas.

Pero por encima de todo hay periodistas y comunicadores buenos y malos, honestos y deshonestos, imparciales y con carné de partido o de empresa. A algunos, incluso de larga carrera e independencia acrisolada, les nombran directores de comunicación de un Ministerio, de una empresa o de una institución y al cabo de unos meses se dirigen a ti diciendo: «Vosotros, los periodistas no entendéis*». ¿Nosotros los periodistas?

Tengo la suerte de conocer a excelentes profesionales y con frecuencia digo que mi profesión de periodista es la mejor del mundo a pesar de algunos de mis compañeros, afortunadamente los menos. Entre los buenos, excelentes que he conocido, está uno que se acaba de ir un poco por sorpresa, Antonio Jiménez Manteca. Se inició como periodista deportivo, pero poco después «fichó» por El Corte Inglés -ahí sí que acertó el entrenador- y se ha tirado casi 35 años como jefe de Prensa, un excelente jefe de prensa. Pero hizo muchas más cosas, también en el terreno deportivo. Abrió las puertas a muchos, apoyó numerosos torneos y eventos, propició jornadas de formación -que tanta falta nos hacen- y fue árbitro en muchos campeonatos de fútbol donde los periodistas, los políticos o los economistas no siempre nos comportábamos como quería el barón de Coubertin. Y si no hubiera sido por él, no todos los partidos hubieran acabado en abrazos y camaradería

Antonio era, no obstante, mucho más. Al lado de otro grande entre los grandes de la comunicación, Angel de Barutell, fue un excelente comunicador, un periodista eficaz, un profesional sólido* y una mejor persona. Socarrón, divertido, querido por todos, siempre dispuesto a escuchar, elegante cuando decía que sí y cuando decía que no, era una persona inigualable. Luchó contra la enfermedad y cuando parecía que iba a remontar, perdió la batalla. Muchos de nosotros no le olvidaremos. El único «pero» es que era del Atlético. Pero algún defecto tenía que tener. Descanse en paz.

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