Charo Zarzalejos – El estanque dorado


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Las portadas de los periódicos de ayer, sábado, son de las que hay que guardar. Todas ellas juntas, y por separado, nos contaron lo que ya todos sabíamos o intuíamos pese al optimismo gubernamental, pese a esa extraña corrección política consistente en no mover las aguas del estanque dorado en el que el Ejecutivo y su presidente han pretendido bañar a todos. El FMI se equivoca, el Banco Central no es prudente y no digamos el gobernador del Banco de España. A todos estos organismos el Gobierno les ha enmendado la plana. ¿Qué es eso de tirar piedrecitas a la apacible agua del estanque?

La EPA no ha tirado una piedrecita. Ha sido una pedrada en toda regla. Lo ha sido a las declaraciones del ministro de Trabajo, que hace nada aseguraba que «de ninguna de las maneras» llegaríamos a los cuatro millones de parados. Al presidente del Gobierno, que hace apenas nueve meses y, según sus pronósticos, hoy íbamos a estar retomando el camino de la cumbre. Y a todos aquellos que, sin pudor alguno, creyéndose poseedores de la verdad absoluta, han venido despreciando cualquier sugerencia de otros y calificando de «catastrofista» cualquier diagnóstico que aconsejara recetas distintas a las del Ejecutivo. ¿Y los sindicatos? Los sindicatos se echaron al cuello de Fernández Ordoñez, pero nada dicen de las profecías no cumplidas. Las aguas del estanque deben tener virtudes sedantes, propiedades profilácticas que producen un alarmante adormilamiento. Hemos tenido que superar los cuatro millones de parados para que, desde Moncloa, a través de la Vicepresidenta Fernández de la Vega -que, en realidad, es la única vicepresidenta de verdad-, se nos diga que no se van a realizar vaticinios y menos apocalípticos. Bien está eso. Bien está renunciar a discursos que suenan a lacerante broma, que resultan absurdos por irreales. Ya vale de tanto optimismo mientras el enfermo se agrava día a día.

Hace apenas dos días, en estas mismas líneas, esta periodista se preguntaba por qué el presidente insiste en sus errores; por qué no ha puesto todas sus energías en buscar acuerdos con otros partidos, por qué, en fin, ha querido transitar por la crisis en solitario, o en base a adhesiones acríticas. Las preguntas permanecen, y la no respuesta también. Lo único seguro, lo que parece estar fuera de duda, es que así no se puede seguir, que no todo se resuelve con dinero público como estamos viendo. Hacen falta ideas, autocrítica y disposición para asumir el riesgo que supone siempre el tomar medidas antipáticas, que en ningún caso se refieren a la merma de derechos o de protección social. Pero ¿cabe afear la conducta de los demás cuando se tiene entre manos nada menos que cuatro millones de parados?

Ayer, en Madrid, el PP celebró un acto por el empleo. Mayor Oreja pidió humildad a su partido a la hora de hablar de la crisis y Rajoy insistió en la necesidad de austeridad y de abordar reformas estructurales. Se preguntó si quien no ha sabido gestionar una situación de bonanza es capaz de gestionar una situación de dificultad. Poco después, el Presidente del Gobierno intervenía en Pontevedra. Sus palabras merecían expectación y, consciente de ello, el jefe del Ejecutivo se reafirmó en su discurso, sin añadir novedad de gestión a una situación demoledora. Gasto público y protección social como ejes contrapuestos a lo que «dicen algunos».

Sin embargo, y por primera vez, no hizo profecías, no puso fechas ni plazos y sí advirtió de la dificultad del camino, de la necesidad de esfuerzo. A falta de nuevas medidas, de reflexiones distintas a las ya escuchadas, la ausencia de profecía en plazo y fecha fue la gran novedad, porque por no faltar no faltó siquiera la obligada apelación a la guerra de Irak. Escuchados con atención ambos líderes, mejor es ir descartando cualquier pacto de Estado. Ya se está en campaña y en estas lides cada cual quiere parecerse más a sí mismo, remarcar sus perfiles. La crisis, el desempleo, ha cobrado vida propia, parece galopar a sus anchas y los nenúfares del estanque dorado comienzan a marchitarse. Ya lo verán.

CHARO ZARZALEJOS

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