José Cavero – Los pavorosos datos del paro


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Los pavorosos datos del paro tienen indudable repercusión y efectos en la vida social y corriente de los españoles, con toda certeza. Salvo los funcionarios públicos, ya no se sabe bien cuántos otros ciudadanos corren el riesgo en que ya han caído cuatro millones de españoles: el paro y su inevitable correlación de la falta de ingresos. Ahora mismo, el miedo se ha instalado, porque no se sabe si en las horas siguientes, entre la cifra de nuevos parados que, con seguridad, seguirán creciendo, estará uno mismo o alguno de los familiares y amigos más cercanos a uno mismo.

Esa profunda desazón, sin duda, alcanza a cualquiera, y cada cual se preguntará qué otro bien es, en nuestros días, más efímero y transitorio… Desde luego, la salud, y a continuación, las garantías que, todavía ahora mismo, ofrece un Estado de derecho con bienestar social. La gravísima preocupación del paro se refleja en muchos comentarios y valoraciones que se hacen ahora mismo sobre cómo hemos podido llegar a este punto y cómo se podrá salir de él con la mayor brevedad y urgencia. Porque pocos son quienes terminan de creerse «la versión oficial» del Gobierno de que en abril habrá empezado a producirse una ralentización en el número del paro creciente, lo cual no quiere decir que se haya tocado fondo o mucho menos que cambie la tendencia, y de destruir empleo estemos pasando a crearlo.

A lo sumo, nos podría consolar el hecho de que el número de parados no siga creciendo con parecida velocidad a como lo ha hecho en el último año, y que se alcance el récord del paro de cinco millones antes de que acabe el presente y funesto 2009. Con otra particularidad inevitable, que a nadie escapa. El paro, en mayor o menor grado y gravedad, golpea a todos, pero lo hace con más fuerza a los más débiles, y en particular, a ese millón y pico de familias cuyos miembros, ya en su totalidad, no tienen ingreso alguno. Para ellos, el «colchón» de los subsidios es, nadie lo duda, un alivio pero pasajero y temporal.

Garantizar una mayor duración, qué duda cabe, es obligación de nuestros gobernantes, pero sin olvidar la necesidad de que el estímulo del trabajo cree toda una «generación de parados perpetuos», acostumbrados al subsidio también permanente e inacabable. A la hora de recordar a los peor y a los mejor tratados por esta coyuntura terrible de los cuatro millones de parados -camino de los cinco-, conviene tener memoria de los peor situados, pero también de los privilegiados: funcionarios de oficio sempiterno, altos y medianos cargos públicos con o sin coche oficial durante décadas, sindicalistas liberados… No estaría demás que estas «seguridades perpetuas» también sufrieran una cierta revisión, en función de la utilidad comprobada de sus titulares. En particular, si se trata de sueldos aportados por dineros públicos, ahora que tanto se reclama una utilización correcta de tales dineros para la consecución de nuevos empleos…

Y luego, el otro gran miedo al que pueden conducir los pavorosos datos del paro: el riesgo de inestabilidad social. Es probable que la sociedad española «disfrute» de una paz social que en alguna medida se derive de unos sindicatos -dirigentes sindicales, liberados sindicales- excesivamente contentos y satisfechos consigo mismos y con su suerte, y que no parece que se estén esforzando suficientemente en la búsqueda de soluciones para no menos afortunados… Podríamos empezar a asistir a la ruptura de los sin trabajo con los representantes sindicales, que no parecen tener ninguna utilidad ni provecho. Los trabajadores temporales, los trabajadores autónomos, vienen siendo dos de los grupos más caracterizados de trabajadores que parecen en carne propia el paro.

JOSE CAVERO

CONTRIBUYE CON PERIODISTA DIGITAL

QUEREMOS SEGUIR SIENDO UN MEDIO DE COMUNICACIÓN LIBRE

Buscamos personas comprometidas que nos apoyen

COLABORA

Lo más leído