Victoria Lafora – Camps pierde amigos


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Su irredenta decisión de no aceptar ni un error, mientras las pruebas sobre los «obsequios» recibidos se acumulan día a día, está convirtiendo al presidente valenciano Francisco Camps en alguien muy incomodo para su partido. La puntilla ha sido esta semana, cuando se han publicado sus declaraciones de amor con uno de los principales implicados en la trama de sobornos y corrupción, «el Bigotes». Estamos en la fase del sálvese quien pueda y, sobre todo en Valencia, donde la carrera política de Camps se da por amortizada. Comienza la lucha por la sucesión y los altos cargos del PP regional ya no asisten a los actos protocolarios no vaya a ser que se los relacione con los trajes.

La batalla puede ser a muerte porque el PP controla, con mayoría absoluta, el Ayuntamiento de la capital del Turia, además de la Generalitat. Figuras como Rita Barberá, entusiasta organizadora de actos de apoyo incondicional tanto a Rajoy como a Camps, puede ver llegado su momento de poner un broche de oro a su trayectoria política pasando del consistorio, donde ya lleva demasiados años, a la presidencia del antiguo Reino de Valencia.

Seguro que todos recuerdan, porque sucedió anteayer, el balcón del Ayuntamiento que parecía venirse abajo en las Fallas, con Rajoy, Barberá y Camps en alegre comandita y todos unidos frente a la «agresión» del juez Garzón. O la conferencia en Madrid del propio Camps, donde con un tono desenvuelto dijo la memorable frase de «yo me pago mis trajes». En la sala ya no cabía ni un dirigente más del PP y las palmadas en la espalda que recibió el presidente valenciano debieron dejarle bastante vapuleado.

Ahora Esperanza Aguirre, que se fotografió con Camps sonriente y solidaria, dice que no cesa a «sus» implicados en la trama porque obligaría a Rajoy a pedir a Camps la dimisión. Es decir, todos revueltos en el mismo saco para diluir la responsabilidad. También Feijóo, poder emergente y en alza desde su brillante triunfo en las gallegas, dice que «lo ocurrido con Camps no es para estar contento y que hay que aclararlo».

El equipo de Rajoy, tan deudor de Camps por su apoyo en los tiempos de las noches de los cuchillos largos, dejaba caer que el tema de los trajes iba a quedar en una anécdota en el momento en que Garzón soltara el sumario y este pasara al Tribunal de Justicia del País Valenciano. Y puede que, efectivamente, no pueda probarse la relación entre los costosos regalos recibidos y los contratos de los corruptos. Pero Camps, por muchas romerías a las que asista con cara de penitente, tiene difícil moral y políticamente la continuidad.

Eso lo saben en su tierra y han dejado de asistir a los ágapes, como el de la celebración del Día de las Cortes Valencianas, al que no fue (hay que tener aplomo) ni el presidente de la Diputación de Castellón, Carlos Fabra, imputado (él sí) en varios delitos. Camps debe estar asumiendo que hay amores, como el del «Bigotes» que matan.

VICTORIA LAFORA

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