Fernando Jáuregui – La semana política que empieza – El «caso Gürtel» quedará en nada… ¿o no?


MADRID, 26 (OTR/PRESS)

Ya sé, ya sé que los titulares de la semana que comienza, o al menos de la primera parte de ella, van a estar copados por la visita a España del presidente francés, Nicolás Sartorius, y su carismática esposa, Carla Bruni. Sin embargo, pienso que lo verdaderamente importante esta semana va a estar en el comienzo de la instrucción, en Madrid, del «caso Gürtel», con la comparecencia ante el juez Antonio Pedreira, el martes, del diputado regional del Partido Popular Alfonso Bosch Tejedor. Creo que la notoriedad del asunto no se ha evaporado aún, contra lo que algunos dirigentes «populares» quisieran. Entre otras cosas, porque ha habido, y hay, medios y sectores empeñados en que el «efecto Gürtel» no se desvanezca. Seguirán, desde luego, las filtraciones, las reacciones y las contrarréplicas. Pero, al final, ¿en qué va a quedar el «caso Gürtel»?

Decir que va a quedar en nada es, cuando menos, arriesgado. La instrucción de Baltasar Garzón ha sido, como suelen ser las suyas, excesivamente espectacular, mediática por demás e irregular, por decir lo menos, cuando afecta a algunas personas, y estoy pensando en el presidente de la Generalitat valenciana, a quien sospecho que le han impartido esa terrible «pena infamante» que consiste en anticipar un veredicto de culpabilidad ante la opinión pública cuando seguramente nada de lo que haya podido hacer, o no hacer, tenga trascendencia penal. Pero no parece ser una instrucción en el vacío, y no seré yo quien acuse a Garzón de inventarse los casos por pasiones políticas o por afán de «vendetta»: se han provocado ya dimisiones de cargos públicos, hay gente en la cárcel acusada hasta de cinco delitos y en el Partido Popular se ha abierto, al menos en Madrid y Valencia, una vía de agua bastante considerable.

Otra cosa es, ya digo, la calidad de la instrucción, la falta de sigilo con que se ha llevado y el escaso respeto a las presunciones de inocencia y al derecho a la defensa de los imputados. No tengo la menor idea, a estas alturas, de lo que vaya a permanecer de este «affaire» que refleja, cuando menos, prácticas políticas viciosas. Se pueden entender algunos comportamientos por amistad o costumbre. O porque realmente las empresas contratadas, las de Francisco Correa en este caso, daban un buen servicio. Por qué no. Lo que se entiende mal es la falta de controles, la complicidad en el guiño, la pequeña, o no tan pequeña, estafa a la supervisión de los comportamientos personales. Al fin y al cabo, ¿no han sido esos comportamientos los que han dado lugar, en gran escala, a la crisis económica que vive ahora el mundo?

Claro que no conviene exagerar. En España hemos vivido casos de corrupción seguramente mucho más graves, asuntos que tienen que ver con financiación ilegal de partidos políticos, recalificaciones urbanísticas de escándalo, tráficos de influencias sin tasa ni medida y ya ven: los culpables están indefectiblemente en la calle, casi nunca han restituído lo mal habido y, en no pocos casos, han recuperado sus cargos y responsabilidades, si no es que han ascendido. Eso sí: la escandalera que se armó en su momento fue considerable. Y casi nunca las corrupciones tuvieron perfiles demasiado bien definidos, como ocurre con el «caso Gürtel».

Hay que decir siempre sí a la investigación de los casos de corrupción (y aquí está fallando la estructura del Partido Popular, que me parece que poco tendría que temer, como formación política, de acusaciones de financiación incorrecta). También a que esos casos se aireen en los medios. Pero ¿seguro que en el «caso Gürtel» no se ha jugado, a veces, con barajas marcadas?

FERNANDO JAUREGUI

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