Agustín Jiménez – Aires de peste.


MADRID, 28 (OTR/PRESS)

Han subido las acciones de las farmacéuticas, han bajado las de las compañías de aviación, en unas horas ha vuelto a estallar el Medievo. Suprema humillación, las monerías de la pareja presidencial de Francia y las contramonerías de nuestras parejas principales se han visto relegadas a la segunda posición en las informaciones: la primera la ocupa la peste mexicana. Un periódico apunta que el primer infectado español ha provocado la atención mundial al nuevo baile vírico. Tras el G-20, esta es otra confirmación de nuestro peso internacional. En México, todo está cerrado y la gente no se saluda. Como una española entrevistada en un aeropuerto de aquí que anuncia que, hasta no pasar por el hospital, no besará a su marido. Hubo un tiempo en que nos deseábamos «salud y dinero». En 2009, el dinero se ha ido (por culpa de América del Norte) y la salud se está yendo (por culpa de América Central).

La semana ya había empezado mal. Habíamos alcanzado (otro récord mundial) los 4 millones de parados y un presentador de telediario nos había informado (sic) de que los «parados» no se estaban quietos. Habíamos recuperado otro gran capítulo del culebrón Camps/el Bigotes y el periódico de más tirada titulaba dos veces que, en lo de los trajes, el PP no «arropaba» al valenciano. Para colmo, como Rajoy no es presidente, la peste porcina puede convertirse en un problema (aunque ¿alguien sabe qué fue de la peste de los pollos?). Los españoles del imperio tardaron muchísimo más en intercambiarse enfermedades con los indios mexicanos. Ahora bastan unas horas de periplillo aéreo.

Una de los organismos de viajes más activos es una empresa irlandesa que se llama Ryan Air. Dicho organismo igual genera cultura que traslada enfermedades. Pionera en la rama conocida como «low cost», que, francamente, suena a «holocausto», es muy inventiva en métodos de tortura siendo, al mismo tiempo, admirada y requetecopiada, amada y odiada. Aparte de otras excitantes perrerías, ha perfeccionado el método de molestia permanente del pasajero (con ofertas y rifas variadas) y ha patentado unos simpáticos billetes de pago que dan derecho a la «pole» en la carrera para encontrar asiento. Auxiliada por sus fans más entusiastas, que tienen relaciones con ella por internet, ha diseñado nuevos sistemas de negociación con los bajos instintos. Así, por ejemplo, estudia cobrar por visitar el excusado (gasto facilísimo de predecir cuando se degusta la textura de los productos gastronómicos aéreos: de ahí tal vez «aerofagia») y ha concitado el odio de las asociaciones de gordos al apuntar a la introducción de una tarifa especial para desanimar a esas variedades de la especie que ostentan demasiada cintura o posaderas excesivas. Los gordos también inventan: acusan a los irlandeses de «gordofobia» y llaman, sin éxito, al boicot.

¿Tendrá éxito Ryan Air en sus pretensiones? ¿Inventarán una vacuna contra la gripe? ¿Seguirán subiendo las acciones de las farmacéuticas? ¿Bajarán las de la empresa irlandesa? Definitivamente, quedan cosas por descubrir.

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