MADRID, 30 (OTR/PRESS)
No sólo son las historias sórdidas de la vida cotidiana de los famosos, su derecho al honor o a la intimidad, incluso a pesar de sus comportamientos. A veces, demasiadas veces, los menores acaban siendo protagonistas, involuntariamente o de forma premeditada. Es posible que sus mayores, que deberían ser responsables de protegerles, tengan gran parte de culpa. Pero muchas veces también la tenemos los periodistas y los medios de comunicación. No es un problema de comunicación, es un problema de deontología, de códigos éticos, pero no de los medios, sino personales, de cada uno de los periodistas. Las televisiones especialmente, pero no sólo ellas, actúan más veces de la cuenta con una frivolidad irresponsable que debería preocuparnos.
Acaba de iniciarse un culebrón por la denuncia que ha presentado en el juzgado una excelente actriz. Es un asunto que puede afectar de manera muy grave no sólo a ella sino a una menor. Su nombre y su historia ya ha aparecido en muchos medios y me temo que la puede marcar en el futuro de una manera terrible. Creo que los periodistas deberíamos ser mucho más prudentes y cuidadosos siempre que haya un menor por medio. Y no lo somos.
Los políticos también están en esa lista. Hace poco la separación de Felipe González y Carmen Romero ha ocupado muchas páginas, con persecuciones y robo de fotos, incluso de personas que nunca han hecho nada por salir en los medios. La reciente visita de Sarkozy a España ha sido más seguida por el efecto Bruni que por lo que de verdad era importante. Acabo de leer unas interesantísimas declaraciones del actor Ben Affleck, protagonista de «La sombra del poder», actualmente en las carteleras, en las que señala que «la sociedad está obsesionada con la vida privada de los demás». Tiene razón, pero esta obsesión está inducida premeditadamente por algunos medios, sobre todo por el abuso o el mal uso de la libertad de información que hacen estos medios.
«No veo a los políticos -dice Affleck- como representación de nuestra humanidad, los veo como instrumentos de Gobierno, gente que tiene que hacer un trabajo en nuestro nombre para crear leyes». Cuando se habla de políticos infieles o que mienten, Affleck opina: «Le pongo un ejemplo. Imaginemos que dos cirujanos pueden operar a su hija del corazón. ¿Cuál prefiere: uno excelente que engaña a su mujer o uno mediocre que le es fiel?». La vida privada puede ser noticia cuando afecta a la vida profesional o al ejercicio público de algún ciudadano. Pero cuando se trata de menores casi siempre es indefendible y siempre irresponsable.
Es fácil distorsionar la verdad, usar la información como un producto más para obtener beneficios. Pero no a cualquier precio ni pasando por encima de las personas. Lo que puede ser legítimo en frío, cuando se refiere a personas, especialmente a menores, puede ser indecente. Y debemos denunciarlo y combatirlo.