Rosa Villacastín – El Abanico – Letizia y Carla, ante los flashes.


MADRID, 30 (OTR/PRESS)

Una vez más he podido constatar sobre el terreno cómo a las pijas no les gusta la Princesa de Asturias, haga lo que haga y diga lo que diga. No les gusta cómo viste, cómo se comporta, cómo sonríe, cómo mira al Príncipe, cómo lleva a las Infantas, cómo las educa, tampoco su delgadez. Cuando se les pregunta el por qué de este rechazo tan visceral no saben qué contestar, mejor dicho, lo saben perfectamente pero no les parece políticamente correcto manifestarlo en público, menos si quien les pregunta es una periodista. La mayoría considera que el Príncipe se ha equivocado al casarse con una chica de clase media, habiendo como hay tantas ricas herederas.

De ahí muchas de las descalificaciones que se han vertido contra doña Letizia antes y después de que Carla Bruni hiciera su aparición estelar en España. Tratar de enfrentarlas porque ambas son guapas y estilosas me parece una actitud un tanto trasnochada y machista, que pone de manifiesto lo poco que ha cambiado la sociedad española en estos años, sobre todo en aquellos temas que afectan a las mujeres.

Que la Princesa se haya mantenido en un discreto segundo plano es lo correcto, lo que manda el protocolo, teniendo en cuenta que se trataba de una visita de Estado y de que los anfitriones del matrimonio Sarkozy eran los Reyes de España, don Juan Carlos y doña Sofía, no los Príncipes ni las Infantas. Dicho esto, creo que tanto Letizia como Carla, han dejado el pabellón muy alto. La Princesa porque una vez más ha estado a la altura de las circunstancias. Hay que agradecerle que en las dos apariciones públicas en las que ha coincidido con la primera dama francesa haya promocionado la moda española. No sólo ha lucido trajes de Felipe Varela, su diseñador favorito, y de Lorenzo Caprile, también los zapatos son españoles, de la prestigiosa firma Magrit, de Elda, con más de sesenta años de existencia, la favorita de la realeza europea. De ellos eran los zapatos que calzó Camilla Parker, duquesa de Cornuelles, el día de su boda con Carlos de Inglaterra.

En cuanto a la elegancia de Carla Bruni poco puedo agregar a lo mucho que se ha escrito sobre ella. Me ha llamado la atención, eso sí, lo seductora que es, cómo mira a la cámara cuando sabe que le están haciendo una foto y lo pendiente que está de todo lo que dice o hace su marido. Un hombre que sin ser guapo, tiene una enorme personalidad, por más que algunos traten de quitarle méritos debido a su estatura física, que él trata de disimular, poniendo alzas dentro de sus zapatos.

Para quienes piensan que el tratamiento mediático que se ha dado al presidente francés y a su esposa ha sido excesivo sólo decirles que ha sido idéntico al que se dio a Lady Di y a Carlos de Inglaterra cuando vinieron por primera vez a Madrid, sólo que entonces había menos televisiones, o muy parecido a cuando Jacqueline Kennedy se presentó en la feria de Abril, de la mano de la duquesa de Alba.

Admirar a personajes que se salen de los estereotipos habituales no está mal, si con ello conseguimos aparcar por un ratito los graves problemas por los que atraviesa el mundo.

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