Rafael Torres – Al margen – El miedo.


MADRID, 01 (OTR/PRESS)

Cuesta creer que de los pobres cerdos haya salido una cosa así, y porque cuesta creerlo se multiplican las especulaciones sobre el verdadero orígen de esa especie de gripe que en una semana se ha extendido por todo el mundo, a la par que el miedo a contraerla. Y aunque por alguna oscura razón los virus mutantes que matan en México, en Europa sólo hieren levemente, esa filosofía de andar por casa según la cual la vida dura dos minutos y no sabemos en qué instante de ese breve plazo se extinguirá la de cada uno, ha saltado, como cutre filosofía al fin, hecha trizas, y en los semblantes de las personas, de casi todas las personas de casi todo el mundo, se percibe la angustia instintiva de no saber si de la ruleta funesta saldrá, o no saldrá, su número.

Por muchos trucos que emplee, incluidos los nacidos de la evidencia, de la razón y de la lógica, el ser humano nunca asumirá plenamente, con naturalidad, la muerte. El pequeño dios que lleva dentro ni acepta ni soporta, ante ella, su impotencia.

El primer marido de mi abuela materna murió de la gripe del 18, también llamada «gripe española», de modo que no está tan lejano el tiempo en que decenas de millones de seres humanos sucumbieron a ella. Olvidadizos de ordinario, recordamos de súbito, ante las primeras víctimas de la actual gripe mexicana, que la familia humana ha tenido que convivir siempre con las epidemias y los morbos pestilenciales, la peste, el cólera, el tifus, el sida, las fiebres, la gripe, la malaria, y hechos a olvidar como norma de vida, lo que más miedo nos da es haber recuperado, a la fuerza, el recuerdo. Todo es, por tanto, confuso, pero no faltan hoy elementos para el optimismo y la esperanza: como quiera que los ricos también pueden contagiarse y enfermar, es muy probable que se vuelquen para atajar la epidemia.

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