Andrés Aberasturi – El COI


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

El COI (Comité Olímpico Internacional), esa especie de botica en la que debe haber de todo, incluso gente decente y vocacional, lleva una vida de escándalo en todos los sentidos. Como es sabido, las influencias y los votos de algunos -vamos a poner «algunos» y no «muchos»- de sus componentes son materia sensible al dinero, al mercadeo, a la compraventa. No tengo muy claro que los tales miembros del COI tengan una jornada laboral de ocho horas y cinco días ni sé cuanto ganan por un trabajo que tampoco sé cual es pero que no parece del todo agotador. Espero que esta humildísima columna no caiga en manos ni del alcalde Gallardón ni de los miembros que de la delegación que visitan Madrid estos días, que no quiero cabrear a nadie. Pero visto desde fuera resulta humillante y estúpido.

Se recibe a la delegación a bombo y platillo, se la agasaja, se la hospeda en un hotel de muchísimas estrellas y se está pendiente del menor de sus caprichos. A la delegación se la pasea en plan lujo y todos son invitaciones y exquisiteces. La Delegación, naturalmente, viene crecida y no contenta con esta insólita amabilidad que se repite en cada capital aspirante, se permiten el lujo de intentar pillarte a contrapié y cuando el anfitrión, por ejemplo, se dispone a llevarles a una instalación deportiva concreta, ellos te dicen que no, que por sorpresa y a traición han decidido visitar en ese momento uno de los hoteles de la lista. Y allí que te va toda la comitiva y me imagino que los teléfonos echando humo avisando al director del hotel en cuestión que la comisión del COI va hacia su establecimiento, que igual el hombre lo tiene manga por hombro con diez mil japoneses esperando habitación. Pues lo siento por los japoneses, pero ante la delegación del COI, los diez mil nipones carecen de importancia. Y así.

Es obvio que me cae especialmente mal el COI y esta dictadura de unos tipos en su mayoría mediocres, paniaguados, más bien tirando a vagos y/o enchufetas cuyo único poder estriba en decir Pekín en lugar de Madrid. De eso viven cuatro años ¡y cómo viven!

Pero esto es lo que hay y estos bueyes (es metáfora) son con los que tenemos que arar ese futuro siempre incierto en el que se ha empeñado el alcalde de Madrid con buen criterio, seguramente. La celebración de unos Juegos cambian en buena medida la fisonomía de una ciudad, parece algo evidente viendo Barcelona; que la publicidad para esa ciudad (y para el país) no tiene precio y es un negocio redondo, también es incuestionable. Pero lo que hay que aguantar hasta ese momento, no está en los escritos. Yo es que siempre he tenido una cierta manía a los exámenes y estos del COI resultan excesivamente* (¿prepotentes? ¿ridículos?) minuciosos.

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