Rafael Torres – El partido del milenio.


MADRID, 4 (OTR/PRESS)

El partido no ya del año, ni del siglo, sino del milenio, no se olvida así como así, sino que se tarda, como mínimo, cuatro o cinco días en olvidarlo, de modo que ésta columna no peca de inactual, aunque por los pelos. El Madrid-Barcelona del pasado sábado, el «partido del milenio» según le oí decir a uno de esos admirables locutores radiofónicos que, como los futbolistas hábiles, sacan petróleo de la nada, se saldó a favor del visitante no sólo con una goleada de época, del milenio probablemente, sino con una exacta radiografía, o autopsia, de la realidad. Radiografía de la realidad del Fútbol Club Barcelona; autopsia de la del Real Madrid, Club de Fútbol.

Del mismo modo que cada año se celebran tres o cuatro bodas del siglo, en el fútbol se dan otros tantos partidos de máximo aparato y trascendencia secular, pero nunca, hasta el sábado, se había jugado el del milenio, tal vez porque el balompié, cual lo conocemos hoy, apenas cuenta con siglo y medio de existencia. Sin embargo, tenía que ser en Madrid, en medio de un puente de lleno de ojos, el del Trabajo, el de la Comunidad y el de la Madre, y en el Bernabéu, donde a las generaciones presentes les fuera dada la contemplación de semejante suceso. Y lo que vieron las generaciones presentes fue que al dinero hay que añadirle un poco de inteligencia, y a poder ser un tipo como Guardiola en labores de «mister», para que un equipo de fútbol gane y deleite. Con dinero sólo, lo más que se puede reunir es una cuadrilla de esforzados millonarios cuyo máximo esfuerzo se les ha ido en hacerse millonarios precisamente.

Los jugadores del Barcelona, pese a que vienen a ganar lo mismo que los del Madrid, ganan más, y eso ocurre porque, además de la inteligencia de Guardiola, su club es más que un club, que es la única manera de que un club sea un verdadero club. Esto es, la emoción que le demandan sus seguidores, la droga o el narcótico anestesiante que le demandan, siempre dentro de lo posible, los suyos. El 2-6 del sábado se correspondió, pues, con esa realidad que se edifica sobre la evasión de la realidad que es el fútbol. Los hinchas del Madrid le piden a su equipo que gane siempre, cosa imposible, en tanto que los del Barcelona, con más sentido, le piden que gane al Madrid. Voilá.

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