Pedro Calvo Hernando – Un error, pero democrático.


MADRID, 5 (OTR/PRESS)

Se han dicho y repetido todos los tópicos y todas las opiniones sensatas, originales y manidas en torno al tema del cambio político en Euskadi, y más a medida que se acercaba la fecha de la sesión de investidura de Patxi López, este martes. Así que me esforzaré en no ser demasiado repetitivo. Los lectores quizá recuerden mi opinión de los comienzos del asunto: que lo mejor habría sido un Gobierno transversal de coalición entre los dos grandes partidos y además representativos de esas dos almas de Euskadi que son el nacionalismo y la integración sin reservas dentro de España.

Naturalmente, como era el PNV el que obtuvo más diputados, cinco por encima del PSE, era a los nacionalistas a quienes habría correspondido la presidencia, la Lehendakaritza, en un Gabinete con ligera mayoría de ellos, como ligera es la diferencia de votos. Esa era, a mi juicio, la mejor fórmula para la pacificación y para gobernar de acuerdo con los deseos muy mayoritarios de la sociedad vasca. Pero los socialistas querían en todo caso la Lehendakaritza, aunque era una pretensión poco razonable, a no ser que su real deseo fuese hacer imposible la transversalidad y cambiarla por el pacto con el PP, que les garantizaba la subida de Patxi López a la cúpula del poder vasco.

Pero lo sucedido es tan legítimo como democrático, por lo que la actitud de Ibarretxe y de su partido ha sido irracional y decepcionante desde la noche misma del 1 de marzo, sin excluir disparates como aquel del «golpe institucional». Esto es un sistema democrático y parlamentario y aquí preside los Gobiernos quien obtiene la mayoría de apoyos en el Parlamento. Hay que aceptarlo como la regla de oro del sistema, por mucho que políticamente se critique, como muchos hemos hecho, que no se hubiera adoptado otra combinación. ¿A dónde van los socialistas con el PP en Euskadi mientras que en el resto de España ocurre lo que todos sabemos y el PP actúa como actúa? Pues ellos sabrán y, en su caso, pagarán políticamente las consecuencias de su error, o se beneficiarán, si resulta que el equivocado era yo. Y punto.

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