Consuelo Sánchez-Vicente – Don erre que erre.


MADRID, 13 (OTR/PRESS)

La dialéctica del quien ha ganado, si Zapatero o Rajoy, que tanto nos divierte a políticos y periodistas, yo creo que le importa muy poco a los verdaderos protagonistas del debate de la Nación de este año, los parados, esos más de cuatro millones de personas. Viendo el intercambio de insultos y de hemeroteca entre el jefe del Gobierno y el de la oposición, lo que yo me preguntaba era ¿qué estarán pensando de estos dos altos responsables políticos y de las filas de diputados que les jalean -todos con sueldo fijo y pensión guay asegurada- esos más de cuatro millones de compatriotas que no tienen trabajo? Los dos millones que lo han perdido en este último año, ¿se sentirán burlados?

Según iba enunciando las cifras del estado del paro Rajoy, pensaba, qué esperarán de este debate esos cuatro millones, esos dos… El número de familias españolas que hoy tienen a todos sus miembros en el paro ya suman millón y medio, y ya son dos millones setecientos mil los ciudadanos que no pueden hacer frente a sus deudas en nuestro país, añadió el líder de la oposición. Ahora vendrán las soluciones, sus soluciones, me dije. Pero, para mi sorpresa, Rajoy decidió regalarle el debate a Zapatero: se fue de excursión al pasado. Empezó bien, como dijo, el paro es el auténtico estado de la Nación. La «tombolilla» para ir tirando que se montó horas antes el presidente no da ni para ir matando el hambre en miles de hogares. Pero, como si bastase enunciar los problemas para solucionarlos, en vez de concretar, el líder de la oposición se tiró a la piscina de la hemeroteca. En vez de su alternativa a cada medida de Zapatero -buenas o malas, pero medidas al fin, propuestas- Rajoy le enseñó a los parados un cuaderno, dijo que allí estaban las soluciones, y que se lo leyesen.

Zapatero y Rajoy parecen muy distintos pero en el afán de poder empiezo a pensar que igual no lo son. No sé las veces que un montón de gente que le quiere bien le ha explicado al líder de la oposición que tiene que anudar a cada crítica una solución y explicarla para resultar creíble como alternativa. Pero él -erre que erre- siempre responde que a quien le toca concretar es a Zapatero, que para eso gobierna; no a él. (O igual lo que pasa es que los dos huyen del mismo miedo, el miedo a resultar antipáticos por proponer medidas impopulares. Por ejemplo la famosa reforma laboral, que cuanto más tardemos más dura y peor será. Igual lo que pasa es que los dos buscan lo mismo «como sea»: votos).

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