Las raíces españolas


MADRID, (ABC)

Lo de las raíces es fundamental. Mucho más de lo que la gente imagina, en esta sociedad nuestra, tan volátil, caprichosa y acomodada.

Es lo que Jerónimo Páez, quien además de ser uno de los tipos más brillantes que conozco es el mayor de mis primos, denomina con acento granadino el «background». No se refiere sólo a antecedentes, formación o experiencia.

Hay comportamientos, sobre todo colectivos, que no se explican sin apelar a la Historia o a tradiciones que se remontan a tiempos nebulosos. El tesón, persistencia, obstinación, porfía y tenacidad de que hacen gala los ingleses, tanto si juegan al fútbol como si combaten en la guerra, pasa de una generación a otra.

El espíritu áspero, inclemente y cruel que animaba a los cosacos rusos que entraron en 1814 en París, persiguiendo a Napoleón, bullía en los soviéticos que en 1945 conquistaron el búnker de Hitler y en los militares fieles a Putin que han dejado Chechenia como una era.

No hay determinismo ciego, ni líneas constantes. A veces se producen cambios, cortes y giros. A mí, por ejemplo, me llena de estupor y de nostalgia echar la vista atrás, repasar lo que fuimos y compararlo con lo que somos.

Me cuesta encontrar un nexo entre la ciudadanía española actual y personajes como Pizarro, que ya anciano conquistó el inmenso Imperio Inca con 180 infantes y 37 jinetes.

Cierto que en aquella época, como ocurrió después en la Royal Navy británica, el progreso dependía únicamente de los méritos. Las conexiones familiares eran importantes, pero no se necesitaba ni sangre azul, ni dinero o enchufes para ascender.

En mis momentos más sombríos, me entra la sospecha de que después de Pizarro, Cortés y esos colosos, tuvo que llegar a España una gripe al estilo de la porcina y que la maligna pandemia produjo un cambio genético.

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Autor

Alfonso Rojo

Alfonso Rojo, director de Periodista Digital, abogado y periodista, trabajó como corresponsal de guerra durante más de tres décadas.

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