Fernando Jáuregui – Siete días trepidantes – Yo creo que ganó Zapatero, aunque…


MADRID, 16 (OTR/PRESS)

¿POR DONDE VA RAJOY?

Las encuestas, la mayoría de las encuestas, dicen que Zapatero ganó el debate sobre el estado de la nación, cosa que, dadas las circunstancias, resulta admirable, con la que está cayendo. ¿Por qué son mayoría los sondeos que dan a Rajoy como perdedor, cuado el discurso del líder de la oposición es básicamente correcto, pone el dedo en la llaga, está pleno de sentido común y dice, me parece, lo que la mayoría de los ciudadanos dicen? Pues yo pienso, y sin duda habrá opiniones mejores, que a MR le ocurre lo que les ocurre a los periodistas, a los toreros, a los futbolistas y a todo el mundo: que con el sentido común no basta, que, para ser el número uno, hace falta poner un poco de genialidad resolutiva en el diagnóstico. Que Rajoy no ofrece las soluciones que los españoles le reclamen, vaya.

No entiendo cómo es posible que ninguno de los múltiples asesores del presidente del PP no le diga que no basta con haber presentado alguna vez en el pasado unos folios conteniendo algunas pretendidas o reales soluciones a la crisis económica: hay que volver a sacarlas a pasear en el debate sobre el estado de la nación y cada vez que haya oportunidad, abrillantarlas y actualizarlas continuamente. Y ocurre esto por tres razones: una, la gente no tiene por qué acordarse del comunicado de prensa aquel en el que se detallaban las salidas que, a juicio del PP, convienen para la crisis; dos, que la gente, si no reiteras tales soluciones, puede llegar a pensar que no te las crees ni tú mismo. Y tres, lo peor: que nunca falta quien piense que no repites las soluciones por pura pereza, porque es más fácil andar con el palo de la crítica que con la zanahoria de las alternativas, que son, a su vez, potencialmente criticables.

Personalmente, no figuro entre quienes acusan a Rajoy de perezoso –se pueden encontrar gentes de esta especie en el propio Partido Popular–. Pero, desde luego, sí creo que le hace falta dar un par de zancadas más para instalarse en La Moncloa. Porque si piensa que enfrente tiene a un tipo fácilmente vencible, y a veces parece que eso piensa, se equivoca de medio a medio: ZP, con todos sus errores –que son legión–, tiene moral de victoria e intención políticamente pérfida para rato.

UNAS RESOLUCIONES QUE NUNCA SE CUMPLEN

Zapatero sabe que los ciudadanos quisieran un acuerdo de amplio espectro con el Partido Popular. Pero sospecho que ha sopesado todos los pros y los contras –tenía ambas posibilidades en la mano, afortunado mortal_- y se ha decidido por llegar a esos 177 escaños a base de cortejar a Izquierda Unida, a Esquerra, a Nafarroa Bai, al Bloque Galego, quién sabe si a UPN y hasta a Coalición Canaria, pese a lo que pasa con el gobierno en las islas… En fin, que pretende dejar solo al PP renovando una especie de Pacto del Tinell, pero sin los nacionalistas, a los que Rajoy mira de reojo por si acaso le cae algo por este lado.

Soy de los que piensan que Rajoy puede acabar siendo presidente del Gobierno de este país, pero, para vencer a un Zapatero que no tira la toalla ni aunque el conteo en el ring llegue a veinte, necesita articular una opción que le saque de la soledad. Y con CiU, acuérdense de lo que les digo, puede llegar a esa entente, más o menos cordial, a no muy largo plazo.

Esta semana que comienza vamos a ver cómo se votan las resoluciones que salgan del debate sobre el estado de la nación. Nunca se cumplen, es la verdad, pero, al menos, indican quién quiere votar con quién y en qué. También indican, ay, las resoluciones el grado de iniciativa por el cambio que muestran los grupos parlamentarios. En ese sentido, en el del cambio profundo que reclama la sociedad en estos tiempos de crisis globalizada, me temo que el debate sobre el estado de la nación no ha servido para nada.

Y AHORA, SEÑORES, LAS ELECCIONES

Tras este fin de semana, puede decirse que la campaña para las elecciones europeas comienza oficialmente. No es que se vea mucho interés en la ciudadanía ante unos comicios para elegir a los miembros de un Parlamento europeo al que no puede acusársele ni de matarse trabajando ni de tener unas iniciativas revolucionarias, la verdad. Y eso que España no es un país euroescéptico: es más bien pasota cuando de Europa hablamos –y casi nunca hablamos–. Lo que ocurre es que la clase política, y los dirigentes de esa clase política, se juegan casi todo en cada envite ante las urnas.

Las encuestas dicen, aunque de manera no muy convencida, que ganará el Partido Popular. El cabeza de la candidatura, Jaime Mayor Oreja, es mucho más conocido que el de la socialista, Juan Fernando López Aguilar. Pero esta recta final hasta el 7-j va a ser, ya lo verán, tremenda. Los dos grandes partidos tienen que hacer una exhibición de fuerza: a Mariano Rajoy le conviene mucho. A Zapatero, también, porque, además, estas cosas electorales distraen bastante a un personal agobiado y cabreado con su bolsillo, pero que me da la impresión que no está mirando con pasión hacia las urnas de junio.

De momento, me parece que hasta miramos con indiferencia hacia esa polémica de segunda clase acerca de si debe o no ser legalmente anulada –ya lo ha sido, en principio– esa candidatura «castellana» encabezada por el dramaturgo veteranísimo Alfonso Sastre, de tan alterado pasado, a la que se considera, ignoro con cuánta razón, una «tapadera» de Batasuna. Alfonso Sastre… seguro que, para las nuevas generaciones, el nombre resulta desconocido o fantasmal. Tan inaprehensible como la propia polémica –la ultima que le cumple_- en torno a «su» candidatura. No, eso tampoco sirve para reavivar el fuego en torno a esta campaña electoral, que nos pilla políticamente agotados.

FERNANDO JAUREGUI

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