Agustín Jiménez – Aquellos brotes verdes –


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

Con la primavera, a varios expertos bien enterados se les han aparecido «brotes verdes», capullitos de otro amanecer financiero. Ahora mismo, en algún lugar, estará cociéndose un Lehmans Brothers renovado o una mano estará meciendo la cuna de un futuro timador de la estirpe de Madoff. No se entiende que la contracción de Letonia vaya por el 12%, la de Alemania por el 6 o el 8 %, que aun no se sabe, ni que la viabilidad del proyecto España sea tan nebulosa como la actividad cerebral de Mariano Rajoy. Un capitoste de la bolsa atribuye la divergencia de sensaciones en Europa y América a la influencia protestante del capitalismo según Max Weber, que desculpabiliza la relación con el dinero. Los letones, por su parte, son son una mezcla de luteranos y rusos: lo mejor de cada casa.

A veces, tras las fiebre, llega la recuperación. Hay diversos frentes en marcha. La famosa gripe ha dado lugar a un trapicheo de viajes y componendas por mor de los bichos causantes, cuyos derechos de propiedad se disputan a esta hora gobiernos y laboratorios. Lógicamente, México debería ser el máximo beneficiario. Otra cantera de oportunidades son los negocios de «bajo coste», cuyos consumidores, lejos de acarrear un baldón, han accedido ahora a la última moda. De los billetes de avión, la cosa ha transcendido a los supermercados de descuento, de los restaurantes de un euro (el primero en Gijón, reconoce una radio extranjera; los siguientes en diversos países) a los libros baratos, a las revistas con consejos y promociones para sobrevivir en la crisis, a los salones especializados en la vida barata y a un gimnasio de bajo coste de los alrededores de París sin derecho a piscina ni a haman y donde, eso sí, hay que pagar por ducharse.

En música, la apoteosis del bajo coste la ofrece desde hace años el festival de Eurovisión. Esta vez lo articularon los rusos, que son la primera potencia europea en cantantes teatreros, varietés kilométricas, lentejuelas con festón y aluviones de nuevos ricos. Los sufridos países en crisis respondieron como pudieron. En una transmisión donde fueron patentes los estragos de la globalización representados por horas y más horas de «Operación Triunfo» y «Mira quién baila», hubo remanentes de economías pastoriles (Moldavia, Portugal), mensajes de estreñimiento romántico (Bosnia-Herzegovina), vanas nostalgias de calidades clásicas (Francia, Inglaterra), has habituales tendencias último grito fechadas hace veinte años (especialidad germánica en general) y, más que nada, predominó el look de lupanar barato que triunfa en Europa del Este desde la infausta caída del comunismo moralizador. A la rubiaza de Ucrania, en rojo vivo, la custodiaban unos mozos con plumas de casco romano y las tetillas más o menos al aire. «Al vent!», que diría Raimon.

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