Fernando Jáuregui – No te va a gustar – ¿Pero existe el «caso Camps»?.


MADRID, 19 (OTR/PRESS)

Siempre he creído, y así lo he dicho, que el «caso Camps» apenas existe, más allá de los errores de comunicación que, al respecto, ha tenido algún responsable de la Generalitat valenciana, incluyendo a su propio presidente, empeñados en el mutismo y el alejamiento de los medios de comunicación, tanto amistosos como los hostiles. Pero, por lo demás, me parece que el folletín de los trajes presuntamente regalados al dirigente de la Comunidad valenciana por los de la «trama Gürtel» no da de sí lo suficiente como para tener una traducción penal ni justifica, desde luego, el ruido mediático que acompaña al «affaire».

También pienso que, en el conjunto pegajoso de la «trama Gürtel», una cosa es lo ocurrido en Madrid, donde hay ramificaciones altamente sospechosas y certezas de delitos que son mucho más que sospechas, y otra lo de Valencia. Veremos qué ocurre cuando los imputados valencianos terminen de declarar ante el juez, cuando se hayan escuchado las grabaciones al completo y cuando se conozcan todas las declaraciones y qué es lo que está y lo que no está en el sumario; que, por cierto, alguna de las cintas filtradas a un medio no lo está, cosa que obliga a preguntarse quién y por qué las filtraron. La respuesta es clara: para desacreditar políticamente a un Camps que mantiene alguna conversación cuando menos ridícula con uno de los máximos responsables de la trama, Alvaro Pérez, «el bigotes».

Ser amigo del «bigotes» no parece constituir un delito, como no lo es tampoco contratar eventos a su empresa. De lo que se trata es de que esos contratos se ajusten o no a la legalidad, y eso es lo que se investiga ahora, sin que, hasta el momento, se haya encontrado cosa alguna que justifique abandonar la presunción de inocencia de los imputados. Sin duda, Correa y su socio «el bigotes» están (presuntamente) incursos en numerosos delitos; pero eso no quiere decir que también lo estén todos los que trataban con ellos, incluso profesionalmente.

Pero, aunque no haya posiblemente alcance penal, y aunque yo crea que, dentro de seis meses, de la «trama Gürtel» quedará la almendra, pero no la cáscara, resulta indudable que el asunto, convenientemente azuzado desde algún medio, está causando un enorme daño político a Camps.

En parte, por los propios errores del imputado y de quienes le rodean. Los medios controlados por la Generalitat valenciana han dado un recital de adulación y sectarismo del que alguien habría de responsabilizarse. Y el propio president ha mostrado una lejanía respecto de los medios que en nada le ha beneficiado. Ha de acostumbrarse la clase política a convivir con las investigaciones periodísticas -y no puede decirse que la «trama Gürtel», en su conjunto, con el entramado de empresas del tandem Correa-bigotes y sus cómplices, sea precisamente una serpiente de verano, especialmente, ya digo, en la versión madrileña–; incluso, ha de convivir con la presumible mala voluntad o el hipotético sectarismo de algunos comentaristas. Dar la espalda a los medios, considerándose víctima de una conspiración, siempre da mal resultado.

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