Fermín Bocos – El dilema de Trillo.


MADRID, 20 (OTR/PRESS)

A la vista de la sentencia del tribunal que ha juzgado las derivas penales de la tragedia del Yak-42, el general Carlos Navarro y sus dos compañeros son responsables de la insensata decisión de dar por buena -a sabiendas de que no era así- la identidad de una treintena de militares españoles fallecidos en el accidente del avión que se estrelló en Turquía cuando regresaba de Afganistán. Aunque la presencia de tropas internacionales en el país de los talibanes fue decidida a raíz de los atentados del 11-S contra la Torres Gemelas de Nueva York, de hecho, en términos políticos, aquella misión estaba maldita desde el mismo momento en el que una parte de la opinión publica española la identificaba como parte del mismo plan que, meses después del 11-S, implicaba a España en la guerra de Irak tras el apoyo de Aznar a Georges Bush en el inexplicable fervorín de las Azores.

Quiero decir con esto que el siniestro del Yak 42 fue un desgraciado accidente al que la política inyectó resonancias ajenas a la tragedia propiamente dicha. La primera de todas la chapuza que supuso contratar semejante cacharro, responsabilidad que el Ministerio de Defensa intentó sacudirse de encima endosando el marrón a la OTAN. Conocido el accidente, no menor fue el error cometido al apresurar la fecha de los funerales y, en consecuencia, la acelerada y falsaria identificación de las víctimas. ¿Por qué? ¿A qué tanta prisa? Con mayoría absoluta en el Parlamento ¿qué temía Aznar?

Recuerdo que en aquellos días se dijo que Federico Trillo había presentado la dimisión. Dimisión que Aznar no aceptó. Está claro que cuando un político quiere marcharse (Pimentel, por ejemplo), primero lo anuncia (para convertir la decisión en irreversible) y después se va. Trillo no lo hizo así -él sabrá por qué reconsideró la idea- pero tengo para mí que es justo que se recuerde que quiso hacerlo. Justo que se sepa en esta hora en la que, moralmente, la sentencia del Yak-42 le coloca otra vez ante el mismo dilema. Quien, al parecer, no tiene problemas de conciencia es Aznar.

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