Rafael Torres – «Al margen» – Porteadoras.


MADRID, 25 (OTR/PRESS)

Casi todos los días hay heridos, heridas, en los pasos fronterizos de Ceuta y Melilla; en ocasiones, como ayer mismo, algunas de esas mujeres que acarrean un peso superior al suyo propio son aplastadas y pierden la vida en las avalanchas que regularmente se producen; y siempre, cada día, todos los días del año, las autoridades de uno y otro lado, de Marruecos y de España, atropellan el derecho básico, esencial, del respeto a las personas. Las infortunadas porteadoras que trasiegan mercancías menudas de un lado a otro de la frontera no dejan, por ser pobres y desheredadas, de ser personas, aunque sí, al parecer, para la percepción de los gobiernos de ambos países. Dos de esas mujeres que han de recorrer a pie grandes distancias cargadas como mulas, con las mercancías pegadas al cuerpo, entre los refajos, y sobre sus espaldas abrumadas, murieron ayer aplastadas en Ceuta, en uno de esos desfiladeros de la miseria, pero todos los días sufren esas fugitivas de ida y vuelta las sevicias no sólo de los uniformados que las achuchan, las escarnecen y apalean, sino de los estados que con sus infames políticas fronterizas les deparan un trato brutal, escandaloso aun si se tratara de bestias.

Del derecho en uno de esos estados, en el que geográficamente caen las plazas de soberanía española, poco cabe decir, pues, en puridad, derecho hay poco, pero del derecho en el otro, en éste, en el nuestro, lo que cabe decir es que se trata de un derecho escrito, teórico, formal, que sólo asiste a según quienes. A esas mujeres, la mayoría de avanzada edad y salud precaria, no les asiste el derecho a un trato humano ni, al parecer, ningún otro, pero la muerte ayer de dos de ellas y las graves lesiones de otras elevan a los cielos, pues la Justicia se halla más remota, su denuncia desesperada.

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